martes, 7 de septiembre de 2010

La Vida Entre las Manos

(5 Septiembre ´10)

La vida es efímera; quizás no lo sepamos, pero puede que nuestra presencia en este mundo esté predeterminada y tenga fecha de caducidad; quizás sea así, y otras veces, en cambio, nos empeñemos en buscar atajos para llegar a esa parada final hacia lo desconocido, hacia una meta tras la cual, no hay respuestas y sí muchas preguntas.

Esta reflexión, sobre lo profano, lo sagrado y el destino de las personas, llega tras una nueva guardia de Urgencias, donde todo transcurría con la calma chicha de pacientes y más pacientes, de altas directas, de patologías banales, de ingresos en Observación y de pacientes pendientes de ser valorados por el especialista de turno, cuando un segundo lo cambia todo, cuando un feroz grito te abofetea por lo inesperado del mismo. Un paciente que cae desplomado en Cuidados esperando recibir medicación para un dolor de pecho de dos días de evolución (con EKG y analíticas con enzimas negativas), el grito de un padre, la incredulidad de una sala llena de pacientes a la espera, la cara de auxilio de una compañera y de repente yo en el pasillo, sin ver aún la escena a la que acudo tras recibir su mirada desesperada. Correr por los pasillos y ver a una persona sin respirar, en el suelo. Un paciente que no es tuyo, que desconoces, pero sobre el que hay que hacer algo, al que intentar permeabilizar la vía aérea, al que visualizas unas pupilas arreactivas, al que no notas movimientos respiratorios

- Un Guedel
- A Observación
- ¡¡Una camilla!!
- Rápidoooooooooooo

Asistolia, parada cardiorespiratoria, inicio de masaje cardiaco y medicación intravenosa. Unas Adjuntas y enfermería acostumbradas a estos terribles avatares, una primera masajeadora que necesita relevo, que pide a alguien con guantes para seguir la cadencia del masaje. Y ese alguien era yo, “experto” en Urgencias de puerta, en desenvolverme con pacientes complicados, pero que por primera vez me veía en el cara o cruz del masaje cardiorespiratorio. Al principio con una cadencia 30-2, luego una vez intubado, a un ritmo constante. El cansancio, el sudor frío que te empapa, el instinto de supervivencia que te hace no desistir, un paciente que no responde, el intento de otros compañeros que nos turnamos con una cadencia que se cansa pero que se aferra, que resiste,… el silencio.

30 minutos de desesperados intentos, de buscar un imposible, ante un corazón joven que decidió explotar, quien sabe si por el destino o por los atajos de una vida que en ocsaiones escaprichosa, que en noches como la de hoy te demuestra la cara horrible que te amenaza continuamente y para la que cada uno de nosotros tenemos que estar preparados, porque en casos como el mío, por desgracia, ha sido la primera vez, pero no será la última, y es que como dice Bunbury, las consecuencias son inevitables, y un día que ya queda lejano, decidimos querer ser médicos


8 comentarios:

  1. Buena historia... No sé si felicitarte por la relación de hechos tan perfectamente descritos y por haber tenido la oportunidad de intentar salvar una vida o simplemente lamentarme por la perdida irreparable de la juventud de una persona. Quizá ambas cosas sean lo correcto.

    ResponderEliminar
  2. Siempre hay una primera vez, no? Enhorabuena Juan, lo hiciste muy bien. Creo que lo ocurrido nos dejó un poco K.O. a todos! ( Soy Ana, tu R3).

    ResponderEliminar
  3. Juan!
    Parece que hay que felicitarte por lo rápido de tu reacción a pesar de ser la primera vez.
    Ojala que por muchas veces que haya, ya que será nuestra profesión, no perdamos nunca la capacidad de quedarnos algo K.O, como dice Ana. Eso será lo que nos confirmará que además de médicos seguimos siendo humanos.
    Nos vemos el sábado.
    Nico.

    ResponderEliminar
  4. Vaya Juan...gran descripción de lo sucedido, yo aprendí mucho de esta guardia, fue mi paciente a la mañana y duele saber y ser testigo del orden de sucesos acontecidos...de cómo todas las pruebas complementarias habidas y por haber eran negativas, de oir un desplome y gritos...más gritos... y de la incertidumbre de saber si esa persona vivirá o no. Como bien tú dices, la amenaza constante ante la que tenemos que estar preparados a veces nos bloquea...y a mi me marcó. Esta guardia tuvo un punto y aparte en mi aprendizaje de R1.
    Gracias por tu gran labor profesional y por supuesto humana.
    Un placer compartir profesión contigo.
    Ana.

    ResponderEliminar
  5. De todas las guardias se aprende algo, y casi siempre es a base de tortas

    ResponderEliminar
  6. Ei juanito los que tenemos la suerte de haber trabajado contigo en no pocas ocasiones conocemos perfectamente tu buen hacer, y esto es otra prueba de ello. sigue así que llegarás lejos. un abrazo. Jose

    ResponderEliminar
  7. Lo has relatado de tal manera que un escalofrío ha tomado mi cuerpo al leer el trágico final, pero lo mas importante de todo es que tuviste el empuje y la valentía de afrontar la situación y luchar el máximo hasta el final como un jabato.Te admiro!!!Un beso.

    ResponderEliminar
  8. Pues muchísimas gracias a todos, eso es lo único que tengo que decir
    El futuro es nuestro!

    ResponderEliminar