sábado, 22 de agosto de 2009

Guardias por un Tubo: la Cuesta de Agosto

(escrito el 28 Julio ’09)

En el argot economista, hay una temida cuesta, la de Enero, ese duro mes en el que tras la pomposidad de la Navidad, los bolsillos se resienten y se entran en unos días de austeridad y tender la ropa antes mojada. Hay otro argot, el del Residente, que desconocía, pero que ya no se me olvidará, la temida cuesta de Agosto, esa rampa pronunciada a modo de multiplicaciones para cubrir las vacaciones de los muchos compañeros que inician un merecido descanso en este mes. Guardias y más guardias que se suceden y se convierten en la dinámica de unos compañeros que a base de intensas 24 horas nos estamos convirtiendo en amigos.


Desde el 28 de Julio al 20 de Agosto, día en el que comenzaré mi efímero descanso de dos semanas, tengo 8 guardias, un mete-saca no orgásmico que me hará vivir un atípico mes de Agosto, lejos de playas, piscinas, descanso y estudio, y me enclaustrará en la jungla del hospital, en ese ir y venir de pacientes, en ese artificial aire acondicionado que mitigará el calor de una Málaga que renace en verano, y de la que tendré que ser un espectador cuando las obligaciones me lo permitan.


A fin de cuentas el tiempo es relativo, y seguro que se encontrará un hueco para alguna que otra escapada, como Nerja, Rincón de la Victoria… un nuevo concepto de verano aún por descubrir pero seguro que recordado, el primer verano trabajando. Seguimos creciendo…

miércoles, 12 de agosto de 2009

Sala B: una de cal y otra de arena

(escrito del 23 Julio 2009)


Las presentaciones suman y siguen. Hoy los flashes enfocaban a esa desconocida sala B, el taller médico del Carlos Haya, que está en el rincón más recóndito del hospital, lejos de la vista de una multitud que no deja de agolparse a las puertas de unas Urgencias saturadas y desamparadas. La caseta de chapa y pintura como puede ser conocida, ya que es donde plásticos y traumatólogos lamen las heridas de unos pacientes que suelen ser jóvenes y sanos en contraposición al perfil del enfermo made in Policlínica. La Sala B es el filtro de unos residentes que se abren paso a codazos en esa jungla que son las Urgencias, esa depuradora que cuando la Poli empieza a saturarse sirve para dar salida a traumatismos y heridas, a esguinces, fracturas, vendajes, charpas y suturas, donde el hilo de seda sirve para sellar heridas sangrantes de politraumatizados y accidentados, donde los partes de esencia son el pan nuestro de cada día, y donde quién entra, casi siempre suele salir con algún elemento decorativo, llámese escayola, collarín o algún otro vendaje poco ortodoxo. Una sala en definitiva de bricolaje, donde apoyado en radiografías, uno puede dar salida a su destreza manual.




La Sala B es un páramo dentro del Hospital, un momento de tranquilidad en ese sinvivir del Carlos Haya, un oasis en medio de un desierto que se apoya en el terral del verano malagueño. Por lo general, los pacientes suelen agradecer el alivio inmediato de reducciones de luxaciones y fracturas, pero una tarde con la adrenalina sin ocupar los depósitos hasta el máximo, sirve para percatar la diferente ideología de los pacientes que suelen acudir al Hospital. Desde la admiración a la animadversión hay un amplio abanico de tonalidades, pero esta tarde me ha servido para empezar a saber lidiar con el perfil de paciente conflictivo que espera pescar en el río revuelto de su enfermedad; ese paciente que achaca sus males al médico de turno, y que espera con malas formas solucionar su problema de base o buscar alguna demanda de turno, algo por desgracia muy frecuente en los días que corren para aliviar sus males. Un paciente agresivo, que por desgracia es bastante común en Málaga, personas que tratan herir con sus comentarios y que esperan una mala contestación que sea el cobijo de una posible negligencia. Un problema al que hay afrontarse y que no se enseña en escuelas ni facultades, y de la que tan solo el tiempo nos enseñará con capotazos y destreza, y tras alguna que otra cornada, aprender a lidiar con esos miuras que acuden al redil del hospital en busca del todo o la nada, auspiciados en parte por lo caótico que en ocasiones es la larga espera de unas Urgencias de las que se sale cuando se entra pero no cuando se sale.




Pero todo no iba a ser malo. Una tarde en la Sala B también da para darse cuenta que aún quedan personas educadas que “admiran”, o al menos respetan la figura del médico, que en definitiva no es más que un currante curtido a base de horas y horas de estudio en post de hacer más llevadero el dolor de los demás. Personas que saben apreciar el sacrificio que supone estar 24 horas de Guardia perenne, al pie del cañón, indefensos detrás de una historia clínica que es nuestra herramienta, ese primer paso hacia el éxito efímero de un alta satisfactoria. Pacientes que agradecen y reconocen la no grata tarea que en ocasiones es estar al servicio del necesitado, la base angular de un muy correcto Sistema Sanitario como es el nuestro, esa piedra filosofal de la que todos, pacientes, enfermeros y médicos, somos responsables y debemos remar en la misma dirección

sábado, 8 de agosto de 2009

La Noche de Amaral

(escrito el 25 de Julio 2009)

A las 22:45h, el telón rojo que separaba al grupo Amaral de un auditorio totalmente abarrotado plegaba cayendo a los pies de un público entregado que se deshacía en palmas ante la máscara que escondía a Eva, el alma máter de un grupo que ha ido escalando paso a paso una cima inesperada cuando comenzaron su andadura.



Dos meses han sido suficientes para cambiar el concepto de una ciudad costera, Málaga, famosa por su turismo, su folclore y un boom inmobiliario llamado turismo que se desangra en tiempos de crisis. Una ciudad variopinta donde todos los estilos se aúnan para ser un gran destino: deporte de primer nivel (Málaga CF, Unicaja), espectáculos musicales todas las semanas, cultura, y una amplia variedad de ocio enmarcada en ese coloso hospitalario llamado Carlos Haya, que queda bañado por unas playas decentes pero numerosas, hacen de Málaga una ciudad de primer nivel, una experiencia digna de ser vivida.

Marta, Sebas, Guille y los demás no estuvieron solos. Juan Aguirre a la guitarra, con su gorra calada y esa eterna y dulce mirada puesta en una Eva, que con su voz y su entrega, fueron capaces de armar un espectáculo de dos horas de duración en el que hubo cabida para los grandes temas de un grupo añejo del panorama nacional, que encandiló a un auditorio repleto entre los que los cuatro nuevos fantásticos (llámense Santi, Agustín, Ricardo y servidor) se encontraban, fueron el preludio perfecto para emprender una nueva noche de conquista malagueña.




Siempre con la mirada puesta en el concierto de los conciertos, en ese Raphael omnipotente que cerrará el verano en la Costa del Sol, los caminantes hacen camino al andar. ¡Escándalooooooooooooo!... y es que como dice el niño de Linares, Vive la Vida!!



“El éxito consiste en alcanzar lo que se desea, la felicidad en desear lo que se alcanza”

martes, 4 de agosto de 2009

Avisos Domiciliaros: en el corazón de Palma-Palmilla

(escrito el 20 de Julio 2009)

Se dice, se rumorea, se cuenta, que la Palmilla tiene el dudoso honor de estar compitiendo por el top ten de los barrios más inhóspitos del mundo. El Bronx newyorkino, las 3000 viviendas de Sevilla… son algunos de sus contrincantes, o al menos eso es lo que la fábula contaba.

El caso es que hoy se cumplen dos meses desde que desembarqué en el Centro de Salud de dicha barriada, y hasta la fecha no había tenido el privilegio de adentrarme en el corazón de la Palmilla, ese recóndito lugar en el que el tiempo parece anclado a unas marras pesadas que lo postran a la dejadez, donde el tiempo parece detenerse ante la dejadez de una población resignada a su sino.


Mucho había escuchado sobre lo que me esperaba al comenzar la residencia tras (hasta la fecha) la acertadísima elección del Centro de Salud. Mucho había también visto ante lo que me esperaba (especial Callejeros), pero lo cierto es que hasta la fecha, mi vida en el barrio tan sólo se limitaba a un consistorio ubicado junto a la carretera, encuadrado entre un cónclave de lujo, escoltado a ambos flancos por el estadio de fútbol de la Rosaleda y por el otro por la Comisaría de Policía, y a los escasos 100 metros que separan del Centro de la Tercera Edad donde suelo desayunar. Una muestra demasiado pequeña para poder definir a un barrio con fama de duro, que hasta ahora mostraba su fama de tipo malo en algún que otro paciente con ganas de bronca, con maldiciones ante la no concesión de los caprichos a los que el actual sistema sanitario parece obligado a conceder, ante esa mezcla étnica que se agolpa en las salas de esperas de las consultas, y a esas familias desestructuradas, en las que niñas de 19 años son ya madres de hasta 4 criaturas.


Pero hoy era el día para dejar de hablar de oídas y pasar a hacerlo con propiedad. Maletín en mano era el turno de convertirme en Doctor Ulises y salir a patearme unas calles desconocidas que he de reconocer, sorprenden bastante la primera vez que las recorres. La vida de un Centro de Salud no se limita a la firma de recetas y bajas laborales como voy apuntando a lo largo de este blog: Planificación Familiar, talleres formativos, cirugía menor, Urgencias… un pequeño cajón de sangre ambulante en lo que uno puede ir colmando sus expectativas si sabe llamar a la puerta oportuna. Y también, está la opción de los Avisos Domiciliarios, el visitar la casa de aquellos enfermos que no pueden acudir por sus propios medios a la consulta, y para los que todos los días hay una hora prefijada para ese tipo de citas.


El mito de la Palmilla es un mito veraz, no una fábula contada por un loco pasada de boca en boca. Cuando uno recorre sus calles, y se tropieza con la triste realidad, piensa cómo se puede entrar en ese proceso autolítico de dejadez y desidia, cómo una gente se deja arrastrar por esa corriente invisible que los va apartando del resto de la sociedad. Suciedad, ruina, cloacas a pie de calle donde ratas campan por sus anchas, entre los juegos de una chabacanería que se agolpan en post de un balón, en post de un absentismo escolar, en torno al camino fácil de la delincuencia, y a ese coqueteo continuo y temprano con el oscuro mundo de las drogas.


Pero Palma-Palmilla no es sólo eso; es la gran confrontación, donde entre bloques medio en ruinas, donde las bolsas de basura pueden alcanzar el quinto piso del hueco de las escaleras, se pueden ver aparcados vehículos de alta gama; donde en casas ruinosas se pueden ver televisiones de plasma de última tecnología, dignas de un escaparate de un gran Centro Comercial. En hogares que no tienen nada, pero que te ofrecen todo cuando entras a visitarlos, en ese elenco de grandes personas que se albergan en medio de la nada dejada de la mano de unas autoridades que miran a otra parte, en esos ciudadanos de segunda categoría entre los que se encuentran bellísimas personas, resignadas a vivir entre esa lacra que es la droga y que a buen seguro que es el motor de una barriada de contradicciones como esta de Palma Palmilla, ese géminis zodiacal en el que hoy me he adentrado.



El destino está escrito para ser cambiado, y el deseo debe de ser el motor del cambio. Tarea difícil de la que a buen seguro muchos antes han claudicado en el intento, pero es tiempo de reflexión, a fin de cuentas, querer es poder