Ser médico lleva su tiempo...Aventuras y desventuras en la "noble" tarea de hacerse médico. Actualmente R4 de MFyC de Málaga.
Nadie dijo que iba a ser fácil, pero al menos sí gratificante.
Bienvenidos a vuestra casa, mi hogar
¿Qué pasaría si una catástrofe
nuclear azotara Málaga?
Una respuesta que bien daría para
rodar una película y llenar páginas de periódicos que ha intentado encontrar
respuesta en el simulacro realizado en el Hospital Carlos Haya.
Histórico día para uno de los
hospitales de referencia españoles que por primera vez desde su fundación
organizaba este tipo de evento de carne y hueso en el marco de uno de sus
cursos de formación. Tiendas de aislamiento montadas en pleno helipuerto, médicos
adjuntos curtidos en horas de trabajo con los trajes de “gala” para la situación
de intentar actuar en medio del caos; médicos residentes con menos horas de
vuelo caracterizados para la ocasión, con un guión que desarrollar ante el
desconocimiento de los doctores que hacían de doctores que tenían que decidir
sobre la marcha, en plena crisis nuclear. La rápida decisión que puede salvar
una vida. El ya o el es tarde.
Una experiencia para recordar
rodeado de buena gente y un paciente que me tocó interpretar que al final salvó
la vida tras entrar en distréss respiratorio y hacer una parada cardiorespiratoria.
Un simulacro que puede parecer a
broma pero que es obligatorio, ya que la información es la madre de todas las
victorias
Había ganas de enfundarse por fin
el uniforme de ambulancia que tanto tiempo (cerca de año y medio) nos ha
costado conseguir. Había ganas de surcar de nuevo las serpenteadas calles
malagueñas y sus grandes avenidas en busca del aviso de turno, de sentir la
adrenalina de la acción del a pie de calle, del directo y del solo ante el
peligro. Pero toda sensación de ganas, al igual que todo poder implica una
responsabilidad como versa el retratado superhéroe arácnido.
Con las ilusiones renovadas desde
mi última guardia en el DCCU en Puerta Blanca, año y medio después y con mi
impoluto traje oficial azul me dirigía al Centro de Salud de Miraflores donde
se ubicaba la ambulancia que me entregaría de nuevo el testigo.
La tranquilidad de una guardia,
esa puñetera sensación de tener todo bajo control, de ser una jornada de trabajo
llevadera puede irse al traste en tan solo un segundo. Los astros que parecían
haberse alineado a nuestro favor ya que eran las 0:30h y ya descansábamos en las
literas a modo de trincheras en verdad estaban realizando una de esas jugadas
maquiavélicas. Una llamada en plena madrugada, un código 1 que despierta a los
sentidos dormidos, el diagnostico de una parada, un paciente joven, una
historia poco precisa con la que dimos de bruces al llegar al domicilio de un
paciente que yacía en el suelo, sin vida, emprendiendo ya el viaje final hacia
el nunca jamás. Una bomba de relojería, una barriada conflictiva, un bloque
entero de vecinos nerviosos que habían dejado sus casas para acudir a la del
enfermo, una mayoría de raza gitana en tratamiento ansiolítico que no
encontraba remedio en la medicación tomada… pero sobre todo un paciente,
relativamente joven (sólo 40 años) que tras un cuadro de dolor torácico en
principio atípico se había levantado para vomitar y había caído de manera
fulminante al suelo. Una llegada precipitada, la nuestra, abriéndonos paso ante
la comunidad que atestaba el patio de luces del bloque, varias parejas de Policías
que iban acudiendo al lugar de los hechos. Una madrugada alterada, eléctrica,
puta.
28 minutos de continua lucha por
un imposible, 28 minutos en cuclillas; 28 minutos de cadencia 30 compresiones
esternales y dos insuflaciones, 28 minutos para hacer una reanimación cardiopulmonar
avanzada completa; 28 minutos que dan para pasar siete cargas de adrenalina y
tres de amiodarona; 28 minutos en los que llegué a electrocardiovertir tres
veces al paciente; 28 minutos en los cuales se juega con la muerte aún en vida,
que dan lugar a la esperanza cuando un atisbo de ilusión se refleja a modo de
fibrilación auricular en la pantalla que monitoriza al paciente; 28 minutos
para pensar en la superficialidad de la vida en la que todos estamos de paso;
28 minutos para sudar la estrenada sudadera que literalmente acabó empapada y
pegada a la piel, de unas gotas de sudor que caían como un riachuelo desde mi
frente a la del paciente que estaba debajo de mí al mismo ritmo que hacía el
masaje cardiaco; 28 minutos para escuchar a una familia que cada vez se iba
haciendo más numerosa y empezaba a perder los nervios; 28 minutos para intentar
lo imposible, para pensar en el cómo y en los por qué; 28 minutos de silenciosas
miradas que lo dicen todo al equipo de guardia, en ese inevitable momento en el
que hay que poner fin a las maniobras de reanimación y certificar una muerte ya
anunciada; 28 minutos para buscar el sentido de una vida que en ocasiones juega
malas pasadas. 28 minutos para pensar cómo contarles a una familia que no puede
entender, cegada por el dolor de la inminente pérdida.
4 minutos frenéticos de traslado
en la ambulancia que acude a velocidad de la luz, jugándosela en cada cruce, en
cada semáforo en rojo ignorado ante la gravedad del aviso. 28 minutos de
absoluta indefensión ante el paciente, tus miedos, una familia, desconocidos
que te rodean y juzgan unos esfuerzos que pese a resultar estériles se
realizaron con absoluta profesionalidad. 32 minutos totales, que ascienden a 60
mientras se informa a la familia, se da apoyo moral, se certifica la nueva pérdida
y se recoge todo… 1 hora de trabajo que se cobra a 12 € pero que no tiene precio ni está pagada. El
peligro de trabajar “tirado” en la calle, de recorrer la ambulancia y llegar al
meollo de la cuestión, de ser el punto débil de la cadena, de tener que
enfrentarte en primera persona a situaciones demasiado tensas en la que la
salud vital de las personas y sus allegados están en juego, de nervios
perdidos.
Una profesión de riesgo la del
equipo sanitario de las ambulancias, en ocasiones reconocido, pero en otras, la
mayoría, tan vilmente despreciado.
Descanse en paz paciente de mi
primera guardia de uniforme estrenado. Historias que marcan, cicatrices que te duelen
pero te hacen más fuerte. La vida, la medicina; situaciones que parecen darse la
mano en este camino que es vivir.
Tras guardias como
la de este viernes uno no tiene más remedio que llegar a la conclusión de que
el mundo está loco o lo estamos psiquiatrizando. Acostumbrado a las guardias ya
en la Observación,
uno agradece las realizadas en el Hospital Civil donde todo el día estás a
cargo de la Observación
pero en la madrugada, cuando el reloj marca las 4:00h y lejos de que la gente
duerma eso puede llegar a parecer el metro en hora punta, mientras uno baja al
hábitat natural de las Urgencias.
270 minutos por
delante para ver patologías típicas de esas insómnicas horas: algún paciente
psiquiátrico desbocado, algún dolor que no cede e impide conciliar el sueño, un
cuadro sospechoso de angina de pecho, más de un paciente al que el codo ganó el
pulso a la gravedad y se empinó más de la cuenta… pero sobre todo es el tiempo
de los partes de lesiones, de los robos con violencia, de las agresiones, de
pacientes que llegan con la
Policía.
Pero esta noche, la
media esperada se impuso a la lógica. Seis pacientes en un corto periodo de
tiempo que llegaron magullados, con el rostro abierto, sangrante, hinchado;
atacados bajo la cobardía de la noche y la valentía que otorga la encerrona en
un callejón mientras eres abordado por un grupo de desconocidos que deciden
cerrar su noche asaltando a la primera persona que pase, en el jaque sin
tablero de la emboscada. O en la superflua y falsa valentía de actuar en grupo
y asaltar a dos porteros de discoteca sorprendidos por lo inesperado y fuera de
lugar del ataque. O por el fin de fiesta del cuarentón de turno que busca en
una relajada noche de viernes la panacea para olvidar las obligaciones del día
a día.
Seis pacientes,
seis historias, seis golpes a la dignidad. Seis ataques violentos sin
justificación, seis historias sin un comienzo claro pero con un mismo final, el
que se escribe en el parte de lesiones en la consulta de Urgencias de turno, en
la radiografía que atestigüe algún hueso roto, en la exploración en la que
crepite algún hueso, en la dignidad dañada por un rostro desfigurado, por un
cuerpo dolorido y por la sensación de estar vendidos, impotentes ante la
impunidad de esos “valiente” que necesitan actuar en grupo y de noche, a
escondidas, como sanguijuelas de libertad, de poder andar libremente por la
calle sin mirar a cada esquina, sin la necesidad de no escuchar cualquier ruido
como un estado de alerta, con el derecho de un final feliz que en ocasiones
(más de las que uno puede creer si eres tú el que tienes que rellenar el parte
para el Juzgado) se ve truncado sin un por qué, sin un motivo que justifique la
agresión
Un sabio de la vida como era mi
abuelo solía decirme aquello de “quién tropieza y no cae, adelanta camino”
Si hay algo que angustia al ser
humano es equivocarse, errar; esa desagradable sensación que se queda como un
poso de café cada vez que uno descubre la superficial mentira de un fallo. La
equivocación que persigue a los médicos, que los azota, que los somete. Uno que
se vanagloria casi sin querer de sus aciertos, de sus pacientes que evolucionan
favorablemente, de sus éxitos callados que van forjando una autoestima que
parece edificarse sobre unos cimientos quizás no preparados para el fracaso de
un error, de un resbalón, de un descuido.
Con cuántos pacientes te habrás
equivocado en el diagnóstico al darle el alta en Urgencias; cuántos no habrán
mejorado; saber los que han necesitado una nueva consulta; ¿habrá alguna
víctima anónima por el camino? Preguntas que a todos tarde o temprano nos
llegan a la mente, cuestiones que intentan atormentarnos, castigarnos,
asfixiarnos.
Esta noche estas preguntas han
venido a mi mente cuando hablando con un compañero del hospital me comentaba un
desliz en un tratamiento que prescribí al alta en mi primera guardia tras las
vacaciones, donde me confundí de dosis y en vez de pautar SeretideÒ 500
mandé el mismo fármaco pero a dosis pediátricas. Un fallo en principio menor
pero a la misma vez adimensional, un toque de atención para no bajar la
guardia, para estar siempre alerta, para no caer en la golosa tentación del
dejarse llevar, de la errónea sensación de tenerlo casi todo controlado.
Una prueba más de que este camino
de aprendizaje no tiene fin, que la meta es tan solo una utopía que en fallos
como los conocidos esta noche, se aleja y se hace inalcanzable. Un tropiezo, uno
de tantos otros del cual tras perder el centro de gravedad uno tiene que
limpiarse las rodillas, desempolvarse el polvo del camino y seguir caminando.
Andar, siempre hacia delante mirando hacia atrás para aprender de los errores.
Y es que nadie dijo que esto iba
a ser fácil
“El
éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”
La vida es una continua carrera hacia metas inmediatas
Tras renegar y criticar mi paso
por la Universidad, tras olvidar ya casi la sensación de ser estudiante, de
clases, apuntes y exámenes, de nervios y tensiones, este fin de semana he
vuelto a sentir el gusanillo del primer día. El mismo que tiempo atrás percibía
cuando olía el forro de plástico recién estrenado que daba por inaugurado los
libros del curso, el mismo que sentí al iniciar en Granada la andadura por la
Facultad tras decir adiós a muchos y muy buenos amigos hechos en Úbeda y verme
“obligado” a conocer a otros tantos en tierras nazaríes.
Este viernes a las 18:00h
arrancaba en el salón de Actos del Rectorado de la Universidad de Málaga el
Máster al que estaba matriculado: Economía de la Salud, Gestión Sanitaria y Uso Racional
del Medicamento, al que acudía con la intriga que da el enfrentarse
a lo desconocido. Nuevas sensaciones acostumbrado ya al trajín frenético de la
vida hospitalaria; nuevos compañeros (muchos de ellos mayores y con altos
cargos profesionales), y sobre todo, nueva temática tras la simbiosis con la
que estoy con lo relacionado a la Ciencia, ya que desde que arrancara el
bachillerato (ha llovido desde entonces, nos hacemos viejos) no me había puesto
a entrar en detalles en temas tan distantes como la Economía, esa gran
desconocida.
Máster inaugurado por el director general de Salud Pública y Sanidad
Exterior, Ildefonso
Hernández Aguado, que en su brillante intervención dio pautas y
líneas de pensamiento por explotar, presentando un futuro incierto que amenaza
con devorarnos pero del que la gente preparada intentará poner soluciones.
Diez meses por delante de clases,
de lecciones que combinen Economía, Sanidad, Gestión… de escuchar a compañeros
de aula: economistas, gestores, enfermer@s, médic@s... opiniones opuestas y
enriquecedores, distintas formas de ver una misma verdad…y una proyecto fin de
máster de fondo que me dará la posibilidad de ser Doctor. Diez meses de estrés,
de agobio y de responsabilidad…Pero sobre todo diez meses para intentar querer
lo que se hace sin morir en el intento, para disfrutar o intentar hacerlo, de
esta aventura desconocida llamada Máster, para seguir dando palos de ciego
hacia ese futuro que está detrás de la vuelta de la esquina
-Mama siempre decía
que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes cuál te va
a tocar
Forrest Gump
Y es que como inmortalizó el
bueno de Forrest encaramado a ese banco filmográfico, esta frase bien podría
adecuarse a la sensación que dejan algunos pacientes, de los que nunca sabes
por dónde van a salir
Suele pasar, de hecho es muy
probable (Murphy quizás pudiera encontrar una explicación) que las cosas se
compliquen cuando algo depende exclusivamente de ti. No es la primera vez, ni
la última, que una guardia tranquila se puede torcer en el turno nocturno en el
que uno se encarga de ser el único sereno de la Observación del Hospital.
Tras solventar un primer crítico,
y cuando quedaban tan solo unos minutos para poner fin a mi turno y por tanto a
la guardia, apareció el 061 con ella. Una mujer previamente sana, sin ninguna
enfermedad que se encontraba semiestuporosa, perdida en un mundo ilocalizable,
emprendiendo un viaje del que se desconocían las causas. Cuando son ya las
7:30h de la mañana, uno está para pocos alardes, pero si encima te toca
intentar solventar la historia de una paciente incapaz de establecer contacto
con el medio, con la vista perdida y la mirada enclavada, y el interlocutor que
tienes es su marido inglés que no habla ni una palabra de español, todo lo
complicado se complica aún más. Toca recordar palabras y expresiones, buscar
explicaciones a lo en principio inexplicable, intentar estabilizar, hacer las
exploraciones básicas, ir con ella al TAC para intentar buscar un origen de
sangrado neurológico que explique una clínica en principio encaminada a esos
fines…ver como la prueba de imagen es absolutamente normal y darle vueltas a
una cabeza mareada ya de la noria que puede llegar a ser una guardia, y
encontrar unos niveles de sodio bajo mínimos: una hiponatremia severa que explicaba lo que en principio pudiera haber
parecido una hemorragia intracraneal.
Un diagnóstico inesperado que lo
cambia todo, que te hace ir con cautela, que te hace perderte en libros y
apuntes para intentar encontrar el ritmo al que intentar corregir el déficit
con el cuidado que hay que tener para estos casos debido al riesgo de
complicaciones futuras.
Las 8:00h de la mañana, sumas, restas y
multiplicaciones, cifras que se acumulan en el papel. Llamadas al laboratorio
para que te confirmen que esas cifras son reales. Una paciente que sigue sin
poder articular palabras, sin encontrar la manera de contactar con el medio;
una enfermera que espera el tratamiento, una decisión que tomar.
La efímera sensación del trabajo
bien hecho. El tratamiento puesto, el control pautado para la hora, la
evolución escrita para el cambio de turno, el final de una larga jornada, el
descanso, la satisfacción que se convierte en temor cuando al día siguiente te
enteras que pese a seguir a las guías y los libros de Urgencias existentes, la
paciente pareció elevar cifras de sodio más rápido de lo conveniente, una
mejoría progresiva con el miedo de un rebote final…la incertidumbre de un alta
por mejoría absoluta de la que ya no se tuvo más noticias…Un viaje de vuelta a
Inglaterra…una paciente más de la que no recuerdo el nombre pero de la que me
costará olvidarme, una mala tarde pensando si había algún fallo en un
tratamiento repasado hasta la saciedad.
La en ocasiones poco
gratificante del trabajo bien hecho…y es
que hay veces en las que la Ciencia es un arte imprededible. Cada paciente, un
mundo
Y ahora, a aprender conmigo:
Ración doble: HIPONATREMIA Y MIELOSIS PONTINA CENTRAL
(Extraído de Fisterra
y Medline)
HIPONATREMIA
La hiponatremia se define como una concentración
plasmática de sodio (natremia) inferior a 136 mEq/l. Los síntomas clínicos
pueden aparecer con cifras inferiores a 130 mEq/l y se considera un cuadro grave cuando las
cifras son inferiores a 125 mEq/l
Etiología
Existen diversas clínicas que a gran modo se
pueden diferenciar en pérdidas de sodio o en aumento de agua
Tabla 1. Fisiopatología dela Hipernatremia.
Pérdidas de Sodio
Aumento de Agua
Aumento de Sodio y Agua
Renales
Digestivas
Cutáneas
·Diuréticos.
·Diuresis
osmótica.
·Hipoaldosteronismo.
·Nefropatía
pierde sal.
·Diuresis
postobstructiva.
·NTA.
·Vómitos.
·Tubos de
drenaje.
·Fístulas
·Obstrucción.
·Diarreas.
·Sudoración.
·Quemaduras.
·Polidipsia
primaria.
·Menor
ingestión de solutos (Potomanía de cerveza).
El cuadro clínico de presentación va a depender de la
magnitud de la hiponatremia y de su velocidad de instauración.
La presencia de sintomatología en el paciente con hiponatremia está en
relación con la hiperhidratación neuronal ocasionada por la entrada de agua en la célula por el descenso de la
osmolaridad en el compartimento extracelular. Síntomas más frecuentes:
Aparato
Gastrointestinal: náuseas, vómitos.
Sistema
Nervioso Periféric: calambres musculares, alteraciones visuales.
Sistema
Nervioso Central: cefalea, letargia, convulsiones, coma.
En el caso de las hiponatremias agudas, habitualmente
debutan con síntomas gastrointestinales (náuseas y vómitos), aunque se suelen
acompañar posteriormente de calambres musculares y de alteraciones visuales. A
medida que descienden las cifras de sodio, aumenta la gravedad de la
sintomatología, hasta que se produce un edema cerebral que se caracteriza por
la presencia de cefalea, náuseas, letargia, convulsiones y coma.
En el caso de hiponatremias crónicas, el cuadro
clínico es mucho más leve para las mismas cifras de natremia, que en las
agudas. Su mayor expresión también es el edema cerebral, que se produce por la
agregación entre pequeños osmolitos (idiosmoles) en el interior de las
neuronas, que favorece el aumento de la osmolaridad intracelular y la entrada
de agua en el interior neuronal.
En las formas crónicas no suelen presentarse síntomas de estupor,
convulsiones o coma, excepto en aquellos casos que presentan cifras de natremia
inferiores a 120 mmol/l
Diagnóstico
La hiponatremia se diagnostica con un análisis de
sangre, pero necesitamos realizar más estudios para identificar su causa.
El proceso diagnóstico se inicia con una anamnesis y exploración detalladas
a la búsqueda de síntomas y signos de enfermedades relacionadas con la
hiponatremia (edema en la insuficiencia cardiaca, cifras de tensión arterial,
turgencia de mucosas, etc.)
Se realizará un análisis de sangre y orina que deberá
incluir: determinación de Na (para confirmar la hiponatremia), bioquímica de
sangre (urea, creatinina, glucosa, iones, proteínas totales y triglicéridos),
hemograma con fórmula y recuento leucocitario, bioquímica de orina (con Na en
orina), osmolaridad plasmática y urinaria, balance ácido-base.
En el algoritmo se resume este proceso diagnóstico y
cómo con cuatro parámetros analíticos se puede determinar la etiología de
hiponatremia: Osmolaridad plasmática y urinaria y concentraciones de Na y K en
orina.
Mediante la osmolaridad urinaria y la concentración de
Na en orina podemos valorar la respuesta al tratamiento
Tratamiento
Al igual que en el resto de trastornos electrolíticos
se debe abordar por un lado el trastorno electrolítico y por otro la patología
subyacente.
Las hiponatremias que no son clínicamente
significativas no se tratan. Sólo cuando aparezcan síntomas se iniciará el
tratamiento, restringiendo la ingesta de agua y potenciando su eliminación por
la orina. A continuación, se expone el tratamiento según el volumen
extracelular:
Hiponatremia con volumen extracelular disminuido. Administración
de soluciones de suero salino isotónico (0,9%). La cantidad necesaria de
miliequivalentes se calculará en función de la siguiente fórmula: Na
(mEq)=(140-Na actual) × (0,6 × peso en Kg).
Hiponatremia
con volumen extracelular mínimamente aumentado(Este grupo
incluye fundamentalmente el SIAHD). El tratamiento inicial se basa en la
restricción de líquidos; cuando el cuadro es intenso, con la presencia de
síntomas neurológicos, se administrará suero salino hipertónico (al 20%)
junto con dosis pequeñas de diuréticos de asa (tipoFurosemida).
Para los casos más graves, se reserva la administración de urea al 10-30%,
que provoca una diuresis osmótica. El tratamiento continuado puede
realizarse mediante la administración de fármacos como elLitioo la
demeclociclina, que inhiben la acción de la ADH a nivel renal aunque,
debido a sus efectos secundarios, se prefiere emplear dosis bajas de
diuréticos y Cloruro Sódico.
Hiponatremia
con volumen extracelular aumentado.Estos casos se
caracterizan por la presencia de edema, y se relacionan con cuadros muy
diversos (insuficiencia cardiaca, síndrome nefrótico, cirrosis hepática,
etc.), que en general son fácilmente identificables por su clínica. El
tratamiento se centra en la patología de base ya que la hiponatremia suele
ser poco importante y asintomática. La restricción de líquidos y sal en la
dieta junto a la administración de diuréticos fundamentalmente de asa
permiten la eliminación de agua con poco sodio, lo que suele ser
suficiente para el tratamiento de la hiponatremia. En estos cuadros suele
asociarse hipopotasemia. Su tratamiento suele mejorar la hiponatremia; el
aporte de potasio hace que éste entre en la célula y salga el sodio, con
lo que aumenta la concentración de éste en plasma.
La velocidad de corrección de la hiponatremia depende
de la velocidad de instauración del cuadro y de la magnitud de la hiponatremia, factores que condicionan la existencia o no de trastornos neurológicos.
En los casos asintomáticos, se elevará la
concentración de natremia a una velocidad que no supere 0,5-1 mmol/L por hora,
pero no inferior a 10-12 mmol/L en las primeras 24 horas.
En los casos agudos, que habitualmente debutan con
clínica neurológica, la velocidad alcanzará 1-2 mmol/L/ hora, durante
las 3 ó 4 primeras horas o hasta que ceda la clínica, pero tampoco superará los
12 mmol/L en las primeras 24 horas.
El principal problema de una reposición demasiado
rápida de la hiponatremia es el Síndrome de Desmielinización Osmótica (SDO), un
proceso neurológico que cursa clínicamente con parálisis flácidas, disartria y
disfasias; se diagnostica con estudios de neuroimagen y no tiene tratamiento
específico.
Entre los factores de riesgo más importantes para
sufrir un SDO destacan: pacientes con hiponatremia crónica, lesiones cerebrales
anóxicas, hipopotasemia y desnutrición (especialmente la producida por
alcoholismo).
Como prevención, se deben conocer las situaciones en
las que se produce una reposición más rápida de agua (como es la restricción de
agua de la polidipsia primaria o la administración de soluciones salinas en
casos con volumen extracelular descendido); se deberá administrar agua o bien
angiotensina vasopresina para evitar una pérdida demasiado brusca de agua por
la orina.
La decisión de tratar ambulatoriamente o en el hospital se hará en base a
la sintomatología, el conocimiento de la causa y el nivel de sodio; niveles
inferiores a 125 mEq/l. requieren ingreso
MIELINOLISIS CENTRAL PONTINA
Es una disfunción neuronal causada por la destrucción de la capa que cubre
las células nerviosas (vaina de mielina) en el tronco del encéfalo (puente de
Varolio).
La destrucción de la vaina de mielina que cubre las neuronas impide que las
señales se transmitan apropiadamente en el nervio. Esto disminuye la capacidad
del nervio para comunicarse con otras células.
Etiología
La causa más común de mielinólisis central pontina es una rápida elevación
en los niveles de sodio en el organismo. Con mucha frecuencia, se presenta cuando alguien está en tratamiento por
bajos niveles de sodio (hiponatremia) y los niveles suben demasiado rápido. También puede ocurrir ocasionalmente cuando los
altos niveles de sodio en el organismo (hipernatremia) se corrigen con demasiada
rapidez.
Esta afección no se presenta por sí sola; es una complicación del
tratamiento de otras afecciones u ocurre a raíz de otras afecciones.
Este trastorno es una emergencia y es necesario acudir al hospital para
obtener diagnóstico y tratamiento. Sin embargo, la mayoría de las personas con
esta afección ya están hospitalizadas a causa de otra enfermedad.
No
hay cura conocida para la
mielinólisis central pontina y el tratamiento se orienta hacia el alivio de los
síntomas.
La fisioterapia puede ayudar a mantener la fuerza, la movilidad y la
función muscular en los brazos y piernas debilitados.
Complicaciones
El daño neurológico causado por la mielinólisis central pontina suele ser
duradero. Este trastorno puede causar una incapacidad seria y prolongada
(crónica).
·Disminución de la
capacidad de interactuar con otros
·Disminución de la
capacidad para trabajar o cuidar de sí mismo
·Incapacidad para
moverse, excepto parpadear (síndrome de "enclaustramiento")
·Daño permanente al
sistema nervioso
Prevención
El tratamiento gradual y controlado de los niveles bajos de sodio puede
reducir el riesgo de daño a los nervios en el puente de Varolio. El hecho de
conocer la forma como algunos medicamentos pueden cambiar los niveles de sodio
puede evitar que estos niveles cambien demasiado rápido.
Un país, un sentimiento, un grupo
de amigos… una experiencia inolvidable forjada día a día, experiencia tras
experiencia, paisaje tras paisaje; con el aroma del asado argentino, con el
frescor de la cerveza roja artesanal, con el frío invernal del fin del mundo,
con el ritmo musical del tango, con la melodía del acento de allá.
-Por la majestuosa y atronadora belleza de las
cataratas de Iguazú, con la solemnidad con la que la luna llena le abraza
-Por la impresionante sensación de ver saltar
ballenas a tu alrededor
-Por la increíble sensación de hacer 40 kms en
bicicleta por el duro ripio y encontrarte con una jauría de leones marinos
-Por la coronación nevada al Fitz Roy
-Por la increíble sensación de adentrarte en
pleno corazón del glaciar Perito Moreno
-Por las mallas con las que me vestí de gala para
la ruta de los 7 lagos. Por el zigzag con final feliz
-Por la magia de cuatro días duros pero mágicos
en el circuito de la W de las Torres del Paine en ese trekking de 100 kms en
los que a uno le da el mismo tiempo de reir como de reflexionar consigo mismo
-Por las partidas de dados que ponían fin a las
noches
-Por Felipe
-Por el frío de Ushuaia y llegar al fin del
mundo. Por el faro de Julio Verne
-Por el “ataque” de las ovejas asesinas
-Por la gentileza del camarero que nos atendió en
Chile
-Por la innovación a modo de pelados traicioneros
en las manos de Ocete
-Por la encrucijada: Argentina-Brasil-Paraguay
-Por el surubi y los homenajes a modo de carne y
más carne
-Por el chopped cervecero y la pasta con tomate
-Por esos viajes de 26 horas en autobús y por las
películas que sueltan lágrimas
-Por las cenizas del volcán chileno que azotaban
a El Calafate
-Por todas las pequeñas historias que no
aparecerán en esta entrada pero que han hecho de este mes una de las
experiencias dignas de ser recordadas
-Por el videoblog y las fotos al limbo (siempre
nos quedará el alternativo)
-Por el tango de Buenos Aires
-Pero sobre todo por todos y cada uno de mis
compañeros de aventura: por Nico, por Tutuma, por Ocete, por Tomillo, por Lu y
por Yesica, ya que ellos han hecho de este viaje, de estas vacaciones, uno de
esas experiencias que hacen que la vida adquiera la categoría de mágica, y es
que con amigos como ellos, la vida es maravillosa
Y ahora vuelta a la realidad,
Memorias de un Residente vuelve a las andadas…