jueves, 13 de enero de 2011

Pacientes que marcan

(16 Diciembre ´10)

La grandeza de la Medicina es que nunca sabes lo que puede pasar. Cada vez que coges el primer papel que descansa sobre la mesa de triaje, cada vez que lees el escueto motivo de consulta que como mucho se reproduce en tres palabras antes de llamarlo por megafonía, cada vez que se abre la puerta y entra el paciente con sus familiares…es una liturgia a la improvisación y a la incertidumbre. Como si de un confesionario eclesiástico se tratase, de un secreto de confesión, cada vez es lo mismo, pero a la vez tan diferente…

Hay pacientes de todos los colores, razas y religiones. Pacientes que entran con una sonrisa, otros que entran soltando improperios, algunos están malos de verdad, y otros buscan otro fin muy distinto por el que consultan inicialmente… pero hay otros que durante el rato que se convierten en tus pacientes te marcan de verdad, se adueñan de tus preocupaciones y durante el momento de secreto de confesión son parte de ti.


Esta mañana se ha producido uno de esos momentos mágicos cuando por la puerta de la consulta 3 entraba un problema con 11 años y dos padres preocupados por todo lo que tenían encima. La vida en ocasiones es una concatenación de pequeñas desgracias que pueden desencadenar en un gran mar llamado putada. Ahí estaba él, enfrente de mí pero tan lejos… Con su cuerpo incipiente de hombre en proyecto, escuálido ante la firme decisión que había emprendido semanas atrás de no comer, tan firme en sus 11 primaveras que asustaba por su sólida convicción moral, retraído en esas gafas que parecían un escudo en el que se encontraba perpetrado. Dos padres desesperados ante el radical cambio de su hijo, un niño normal que había comenzado con una conducta psicótica y obsesivo-convulsiva. Que deambulaba por la consulta moviendo los brazos como si música disco sonara en el ambiente, que había creado rituales domésticos para “proteger” a los suyos, que se había negado a comer y a obedecer las órdenes de unos padres hasta los que poco tiempo atrás quería y respetaba. Un problema social que esconde una lacra de una sociedad cruel con sus semejantes.


Hizo falta tirar de unos hilos invisibles, buscar en la nada, bajar al fango de las alcantarillas para empezar a ver el detonante de un problema con difícil solución que amenaza con generar a un paciente psiquiátrico para el resto de los días.


Los niños pueden (pudimos) ser muy crueles. Es típico que en cada clase esté el gordito, el cuatro ojos, el enano, el boca hierro, la fea… Es típico que haya niños con un ramillete de motes, que todos los días derramen lágrimas debido a la ley del más fuerte, esa falsa fortaleza del que verdad es un cobarde pero que tan bien hace sentir al que somete, al alto, al fuerte, al más malote del lugar, el que se autonombra líder espiritual de una causa para la que suele ganar adeptos. Un cruel juego que no deja vencedores pero sí muchos vencidos, como el desconocido niño que esta mañana he tenido a mi cargo en la consulta de Urgencias del Materno. Todo empezó a principio de curso en el colegio, con un nuevo caso más de acoso escolar, ese internacionalizado término inglés Bullying que nos da la visión de que estamos ante una pandemia mundial que dará su verdadera dimensión cuando los niños sometidos del presente se hagan mayores y sean los criminales, pacientes psiquiátricos, violadores, torturados y un filón al borde del suicidio del futuro.

Tras historiar al problema era la hora de iniciar una larga andadura que no se hacía donde llevará. Tras hablar con Marbella, la unidad psiquátrica infantil, el Hospital Civil, era el turno de empezar a intentar buscar soluciones a un problema que durante ese tiempo fue mío, pero que cedí el testigo a la psiquiatra infantil que vio desde primera hora la gravedad de la situación, y que tras intentar negociar tuvo que obligar a ingresar a un niño que parecía un adulto cansado de recibir palos de esta, en ocasiones, injusta vida.

Un último cruce de miradas, una última conversación con unos padres desesperados y agradecidos, un último estrechamiento de manos para ver como por el pasillo se iba un problema del cual no recuerdo ni el nombre ni los apellidos, pero al que le pongo y será difícil que se borre la cara amarga de esta lacra social de la que todos podemos poner nuestro granito de arena.

Mucha suerte en esta larga recuperación que hoy has iniciado. Definitivamente, hay pacientes que marcan






6 comentarios:

  1. Una vez más, me he estremecido leyendote...aunque esta vez la causa de tu entrada sea de un tono amargo y duro. Lo crueles que podemos llegar a ser cuando uno es un proyecto de persona y busca su sitio en el mundo...
    Aunque, desde mi punto de vista, esta lacra social que últimamente parece darse cada vez más a menudo empieza porque muchos de esos niños abusones carecen realmente de alguién que les enseñe el camino desde casa....Porque por qué no decirlo, hay muchos padres que se piensan que sus hijos crecen solos y que en el colegio además de formales culturalente deben además imprimirles una educación que en su casa no tienen.
    En fin... este es un tema muy serio y creo que de difícil solución de momento.

    Enhorabuena de nuevo! :o)

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  2. Un relato muy duro, pero delicadamente expresado :)

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  3. oye tú no tienes novia, verdad?

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  4. Padres, colegio, educación... hay mucha tela que cortar... y tan pocos sastres...

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  5. Lo de la pregunta de la novia no se si tomármelo como una duda personal de alguien o como una expresión de "tienes mucho tiempo libre, échate una novia!",jaja

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    1. yo mas bien pienso que este tío tiene un coco preivilegiado y tiene tiempo para todo...

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