jueves, 5 de agosto de 2010

Rotación VII: Junio ´10: INFECCIOSOS

Donde fueras, haz lo que vieras. Cuando uno entra a un nuevo servicio (el pan nuestro de cada día de los residentes de Familia), ante todo uno tiene que saber dónde llega. El Servicio de Infecciosos puede parecer el patito feo de la Medicina Interna, la sección de los atestados, del aislamiento y la cuarentena, pero lejos de todo eso, una Cruz de Malta (premio que reconoce a profesionales de Carlos Haya que han destacado por su labor, entrega y buen hacer) preside la entrada al Servicio, como reconocimiento a años de buen hacer, sobre todo con los pacientes infectados por VIH, una enfermedad que parece haber entrado en el ocaso, pero que cuando uno está en plena vorágine infecciosa, se da cuenta que aún late con fuerza.

Mes antesala de vacaciones, que debo de admitir que incluso se hace corto, mérito aún mayor si se analiza el trabajo diario, que queda casi exclusivamente reducido a SIDA y sífilis, enfermedades infecto-contagiosas en las que el sexo suele ser la vía de transmisión. Pero pese a que el campo es reducido y erróneo (uno entra a la rotación pensando en fiebres Q, ricketsias, bichos y bichos de nombres impronunciables que jamás conseguí aprenderme estudiando el MIR…), cada día es un mundo nuevo, cada paciente es una historia, un pinchazo, una relación anal sin protección, un descuido,…


Si algo tiene de acierto el planning de la rotación, es adjudicarte un tutor fijo que sirva de Lazarillo durante el mes. Acostumbrados a estar errantes entre las consultas, cada día con un médico, con sus costumbres, sus manías y su forma de plantear la Medicina, de vez en cuando se agradece tener un referente claro, alguien que será el encargado de hacer un máster compilado en un mes de enfermedades infecciosas. En mi caso fue el Dr. Castaño (genio y figura), y que en su día fuera Médico de Familia, quién me adentrara en el fascinante mundo de los antirretrovirales, de los pacientes VIH positivos, que me enseñara el noble arte de pinchar una raspa (lo que viene siendo en el argot médico una punción lumbar), el que entre sus bromas, su idioma claro, franco y directo con los pacientes, los mismos pacientes con los que discute, regaña, pero sobre todo respeta, un sentimiento que se refleja en cada una de las personas que van a la consulta, que suelen llevar años acudiendo y que ven en Castaño una figura espiritual, un salvoconducto hacia una vida digna compaginada con un dichoso virus del SIDA.

Pacientes, historias, sexo indefinido en alguien al que no sabes cómo dirigirte. El VIH, el SIDA, una enfermedad que parece estar en vías de extinción, pero que requiere una concienciación, que prensa y humanidad en general parecen haber caído en el olvido bajando la guardia. Una patología que no distingue entre clases, que no respeta inclinaciones sexuales, que se esconde bajo las apariencias más normales y que puede estar tan cerca de nosotros que seamos incapaces de darnos cuenta


Y es que como dice la canción, póntelo, pónselo


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