martes, 3 de julio de 2012

La Hora de los Médicos



Hace dos días que he vuelto a la realidad de mi día a día asistencial como residente de 4º y último año en el Centro de Salud Palma-Palmilla tras mi rotación rural en Colmenar de tres meses y ya me han puesto al día de las medidas "cortijeras" que se van a poner en práctica en la urbe malagueña. Los recortes ya no son rumores sino realidades sangrantes y las medidas que nuestros "jefes" del SAS proponen más que duras son inhumanas y carentes de ética y dignidad. 
Por "suerte" veo que mi frustración no es algo aislado y he tenido la suerte de toparme con este artículo que salió la semana pasada en la Editorial del periódico El Mundo.

¿Quién le pone cascabel al gato? Mañana tenemos dos reuniones, una en el Hospital y otra en el Colegio de Médicos. La masa es un monstruo con una sola cabeza, espero que podamos encontrar soluciones a tiempo y no ser devorados por afiladas garras de políticos instaurados en el limbo de sus privilegios...



Corrían los años cincuenta del pasado siglo, en una capital de provincia andaluza cuando el, entonces, ministro de trabajo del Régimen surgido tras la Guerra Civil, pronunció, al inaugurar el nuevo hospital del recién creado Seguro Obligatorio de Enfermedad, la siguiente frase: «No consentiremos que los señoritos aprendan medicina en el cuerpo de los pobres obreros».

Treinta años más tarde el todopoderoso vicepresidente del Gobierno socialista, salido de las urnas, afirmó que no pararla hasta que los médicos fuesen en alpargatas. Sirva esto de ejemplo del maltrato con que los políticos de cualquier origen y condición han obsequiado tradicionalmente a la clase médica.

A pesar de ello, los médicos, maltratados y malpagados (en Portugal cientos de médicos españoles ejercen en condiciones laborales mucho mejores), han conseguido mantener un grado de consideración y prestigio en nuestra población muy superior al de la clase política, percibida desde hace años en las encuestas como uno de los principales problemas.

Se nos dice ahora, machaconamente, que la lamentable situación en la que nos encontramos se debe a que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. No habrá sido el caso de la inmensa mayoría de los médicos. Viene a mi memoria un articulo publicado hace años en el diario El País por un prestigioso cirujano cardiaco de Madrid, mi amigo Juan José Rufilanchas, que lamentando la muerte prematura de uno de sus colaboradores en el Hospital 12 de Octubre, comentaba como el sueldo de un cirujano de corazón, cuya formación básica requiere un mínimo de 12 a 13 años, que luego hay que completar con estancias en el extranjero y una vida de estudio diario, era el mismo que el de un conductor de autobús de la EMT, cuyos emolumentos se habían dado a conocer, en aquellas fechas, por estar de huelga en demanda de un incremento salarial.

Nuestros problemas no vienen porque la mayoría de los ciudadanos hayan vivido por encima de sus posibilidades. La causa es bien distinta: España sufre una grave infección, causada por una invasión de la política hasta los últimos rincones de la sociedad. Como las bacterias en el cuerpo humano, los políticos son necesarios en pequeña cantidad, en el lugar adecuado y cuando hacen bien su trabajo, su proliferación excesiva y su migración a otros órganos conduce a la enfermedad y eventualmente a la muerte.

Demasiados políticos, la mayoría sin la adecuada formación y algunos corruptos, han malgastado y malgestionado nuestros recursos (impuestos y fondos europeos) ocupando puestos para los que no estaban preparados, rodeándose de cientos de asesores carísimos e inútiles y creando empresas paralelas con el fin de eludir el control de los funcionarios de carrera.

Quiero recordar al lector como los hospitales públicos, en muchos casos la empresa de más presupuesto de cada ciudad, están generalmente gobernados por gestores mediocres cuyo único mérito es pertenecer a la esfera del partido en el poder.

Seria absurdo ignorar que también la corrupción ha entrado en los hospitales. Aunque «nosotros no somos Grecia» quiero recordar como en una entrevista, aparecida en el periódico alemán Bild, el anterior primer ministro de esa nación, Papandreu, señalaba a los hospitales como uno de los mayores nidos de corrupción, enfatizando como el mismo producto (concretamente un stent coronario) se pagaba en su país cuatro veces más que en Alemania.

Hace aproximadamente 20 años en una visita de un jefe de Servicio al entonces consejero de Salud de la Junta, el primero se quejaba del mal funcionamiento de su hospital y entre otras cosas denunciaba como todo se pagaba muy por encima del precio real ya que las casas comerciales, al no saber nunca cuando iban a cobrar, repercutían, generosamente, en los precios los intereses de su financiación. La respuesta del consejero fue la siguiente: «Doctor, eso es bueno, ustedes, los médicos no entienden de macroeconomía, es bueno que las empresas estén endeudadas porque así tienen que acudir a los bancos y los bancos al trabajar mucho son muy solventes y pueden conseguir dinero del exterior a intereses muy bajos y luego ponerlo en circulación aquí a intereses más altos».

Nadie me contó esta anécdota, el jefe de Servicio era yo y el consejero el actual presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Ahora que los políticos piden sacrificios, los médicos, bien organizados, tienen en su mano con actuaciones inteligentemente diseñadas y que nunca sean lesivas para los pacientes, exigir a los políticos que cedan a los técnicos adecuados la gestión de todo lo que, sin corresponderles, han asumido con los resultados catastróficos que están a la vista. Estoy seguro que los médicos están dispuestos a asumir los sacrificios que sean necesarios, pero nunca antes de que se desmonten las redes clientelares y los cientos de instituciones y organismos completamente redundantes y por tanto amortizables que, para mayor gloria de los políticos; han arruinado este país.

Ojalá alguien recoja este guante y sea capaz de liderar a la profesión médica, al margen de los ineficaces colegios profesionales y sindicatos, y así poder, además de a nuestros enfermos, colaborar en curar a España de esta infección política que amenaza gravemente el futuro de nuestros hijos y nietos.

Norberto González de Vega es cirujano cardiovascular y fue jefe de Servicio del Hospital Carlos Haya.




2 comentarios:

  1. Me parece muy lógico su artículo, y además estoy totalmente de acuerdo con su razonamiento. Nunca antes tuvimos más oportunidad, que ahora, de hacerles ver a los políticos que deben ocuparse de sus "quehaceres"....y dejar a los economistas hacer su trabajo.

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  2. busco artículos de Norberto gonzalez de vega, bueno busco dos "Se pegan la vida padre con las celulas madre", y "siempre tendremos un caradura de repuesto".

    Por alguna razón mi busqueda me ha llevado hasta aquí, pero no consigo dichos artículos, si me podéis ayudar, mi dirección de correo es ciskillos@hotmail.com Gracias.

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