martes, 14 de febrero de 2012

El botón del pánico

(9 Febrero ´12)

Es curiosa la sensación camuflada con la que la firme seguridad forjada a base de consultas puede pender de un hilo ante la abrupta ruptura que supone una inesperada amenaza, el verse contra la espada y la pared cuando uno va desprovisto de armadura.

Tras tres años trabajados (esa cifra se redondeará en el ya inminente Mayo), tras cientos de guardias, tras infinidad de consultas de Cupo pasadas, tras miles de pacientes vistos (puede parecer una exageración pero la cifra ya es real); tras historias escuchadas de amenazas y agresiones hacia algún compañero; tras ver varias situaciones tensas que hasta la fecha había conseguido eludir con algo de pericia y mucho de suerte, hoy me ha tocado vivir en primera persona la desagradable sensación de ver como tu base de castillos de arena amenaza con derrumbarse ante el temporal furioso de algún paciente malavenido. 

La interiorización del día a día hace que uno pierda la visión global de las cosas. En noches como esta recuerdo la primera paciente que vi en consulta con su tendinitis del supraespinoso: recuerdo mi temor de hacerlo mal, de no saber qué decir, de no dejar satisfecho al cliente que demanda asistencia. Otoño trae consigo la caída de las hojas ya maduras por el paso de los meses previos; algo similar a lo que ocurre con el paso de guardias, de consultas, de situaciones embarazosas que pasan a ser algo rutinario que consigues ver más como un reto que como un impedimento. 

Pero al final, la liturgia de la consulta es un cara a cara al que nunca puedes faltarle el respeto ni bajar la guardia. Como un torero que planta sus rodillas en el albero a la salida de toriles mientras el animal de turno corre con el ímpetu de una libertad figurada que tiene la oportunidad momentánea de debatir en la corrida. 
Cuando entra un paciente (anónimo o figurado) y cierra la puerta tras de sí te encierras junto a sus problemas y sus expectativas, ya sean reales o figuradas. Problemas que no entienden de razas, ni de zonas necesitadas de transformación social, ni de barrios guapos o feos, de patitos feos o princesas de cuento, ni de hombres ni mujeres, ni de altos ni de bajos, jóvenes o viejos, obesos o delgados, locos o cuerdos, licenciados o analfabetos, de tratamientos psiquiátricos ni de enfermedades indomables...La puerta se cierra y da igual el motivo de la consulta, esos cinco minutos de bis a bis son la cara y la cruz de una misma moneda.

Una consulta con la que los pacientes suelen tener la idea ya forjada de lo que quieren sacar de ella (un tratamiento específico, una derivación a algún especialista de turno, un informe o un parte de baja...), una idea que revolotea en el ecosistema de la consulta, una conducción que empieza a tensarse, unas explicaciones estériles para intentar que escuche quién no quiere ni oír. Estar sentado al lado de tu tutora mientras ella intenta explicar los papeleos a seguir, los escabrosos trámites burocráticos que tontocratizan a una sociedad ya de por sí delirante. Un paciente que no parece psiquátrico-medicado que parece no entender, que empieza a ponerse nervioso, que tensa la cuerda...que empieza a elevar los decibelios de sus argumentos...que comienza a llamar de tú despectivo en vez de usted...que pasa a moverse nervioso en una silla que parece quemarle...que empieza a faltar el respeto hasta finalmente mandar a la mierda. Y es en ese momento cuando uno intenta hacer de bombero y le dice que por favor, en la consulta se habla con respeto. De nada sirvieron los primeros compases en los que de buena manera y ganas le exploré su resfriado o le expliqué el tratamiento que tenía que hacer ya que cuando intenté defender a mi tutora, de nada sirvió lo anterior. Allí estaba él, de pie frente a mí mientras me amenazaba que me iba a partir la cara por hacerme el hombre, que iba a terminar con mi carrera...

Segundos que se hacen minutos, minutos que se anclan hasta parecer siglos. Una alarma que irrumpe y pone fin al ambiente viciado del Centro de Salud tras activar mi tutora el botón del pánico con el que en consultas como en las de mi centro de trabajo en la que la problemática social es el pan nuestro de cada día están instaladas. Pasa un pequeño rato eterno hasta que la seguridad y algún compañero va a tu consulta a modo de rescate y abre la puerta. Instantes de incertidumbre ante la sorpresa de lo desconocido, ante situaciones novedosas con las que uno no sabe cómo actuar hasta que le sucede, y que cuando le sucede no sabe finalmente como actuó realmente.

Yo que no hablé ante no creerme lo que estaba sucediendo, que me entregué ante la realidad que nos había tocado vivir. Que intenté recoger con aplomo las amenazas vertidas mientras un escalofrío recorría mi herido honor. Qué busqué durante minutos la manera en el que las cosas pierden su significado, que intenté buscar razones a la sinrazón, que me puse en lo peor a modo de punzón o cuchillo escondido sacado a relucir en el momento de máxima crispación... pero que finalmente me entregué a modo de consuelo a modo de estadística que me había tocado vivir hasta la fecha. En esta viga en el ojo ajeno que se suplementa por las miles de consultas que he tenido antes con pacientes anónimos, algunos de ellos que me agradecieron mis servicios, que se fueron con una sonrisa, que me dijeron buen servicio o que dibujaron en mí la sensación efímera pero honrosa del trabajo humilde bien hecho.

Hay muchas maneras de aprender pero sin duda ésta, enfrentarte a la realidad, es una de las más efectivas. Seguimos creciendo...


8 comentarios:

  1. Pues menos mal que al final no te pasó ná, vecino.

    Ya por lo menos tendrás más experiencia.

    Yo hace un año viví una cosa similar. Fuera del hospital, en un concierto en el que tuvimos que intervenir porque se había desbordado la atención sanitaria (había ya una ambulancia, pero desde el principio saturada, y nosotros mismos tuvimos, aparte de la ambulancia contratada, tuvimos que atende a 35 personas en 2 horas de concierto, y por cierto, en el camerino de los cantantes, porque no había más espacio y se lo tuvimos que exigir a la organización).

    Nos llegó un posible TCE de un segurata, que nos digeron que se había caido por las escaleras, pero que luego otros compañeros nuestros negaron, y afirmaron que ellos habían visto cómo fue en una pelea, que le habían metido una patada en la cabeza.

    Total, que nos lo llevan a nuestro hospital de campaña improvisado, muy mareado y vomitando.

    Lo empezamos a tratar nosotros (más bien valorarlo, y llamar al 112 para pedir una ambulancia). Mientras tanto, llega el enfermero de la otra ambulancia (que no tenía médico), y mientras hablo con el 112, me pide que le pase el teléfono, y por lo visto a él le dicen que no envían ambulancia, que vaya en taxi o vehículo particular al hospital.

    Me lo dice, y le digo a este enfermero que por favor, esa indicación me la ponga por escrito, porque nosotros habíamos empezado la atención, no habíamos escuchado esa indicación del médico del 112 y no estábamos de acuerdo (a la vez que no sabía qué le podía haber dicho el enfermero al médico del 112, porque no había visto al paciente, ya que acababa de llegar, porque ellos tenian su ambulancia en la otra punta del concierto y vinieron "de visita").

    Bueno, a todo esto, el enfermero, ni corto ni perezoso, les dice eso mismo a los 2 chicos y a la mujer que acompañaban a ese segurata.

    La mujer se puso absolutamente histérica y muy violenta. Le dijo de todo menos bonito al enfermero, con unos gritos que hasta en Sevilla se habrían enterado de lo que pasaba.

    El enfermero al principio estaba confiado al lado de ella, pero visto el percal, y sin que me diese yo cuenta, fue retrocediendo hacia el final de la sala donde estábamos, e hizo bien, porque la acompañante hasta le pegó una patada a una silla de plástico blanca de esta de los bares que casi le da (pero para entonces ya estaba fuera de la sala parapetado por la puerta).

    Los otros 2 acompañantes también estaban bastante disgustados y enfadados.

    Los que estábamos en el hospital de campaña improvisado nos quedamos perplejos, inmóviles, como espectadores de un show que tampoco nos esperábamos, no obstante, la cosa se estaba poniendo muy fea y había que parar el baño de sangre.

    Como yo había tratado con los acompañantes, y era el más cercano, inmediatamente me fui hacia esa mujer, le puse la mano en el hombro y le dije simplemente "tranquilícese".

    Acto seguido, les dije a los otros 2 acompañantes que me acompañasen al pasillo, que íbamos a hablar.

    La idea era evitar que se retroalimente la tensión, así que dejé que me dijesen lo que me tuviesen que decir en la puerta (que fue que no estaban nada de acuerdo, que teníamos que hacer todo lo posible,... cosas así, nada contra mí). Después de comentarles que yo tampoco estaba de acuerdo, pero que la orden venía de arriba, y que intentaríamos hacer algo (yo ya estaba pensando incluso en quizás transportarlo en alguno de nuestros coches patrulla, pero no me fiaba mucho por el posible TCE).

    Al final cuando entramos de nuevo a la sala, el enfermero me dijo que al final venía una ambulancia a por el paciente.

    Y tardó sólo 5 minutos o así en venir, que ya es curioso.

    Y nada, después de esa explosión violenta y de haberlos tranquilizado y separado temporalmente, la cosa volvió a la normalidad.

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  2. Verónica Rodríguez García14 de febrero de 2012, 16:21

    Lo que no pase en la palmilla...

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  3. Antonio José Muro Sánchez14 de febrero de 2012, 18:17

    Estás que lo tiras macho, cualquier dia de estos te apuntas al iron man de lanzarote

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  4. Muchas gracias por tu aportación como protaonista, Juan. Tu experiencia nos puede servir a todos.
    Una cosa a tener siempre presente es la vía de escape, conociendo el entorno donde te mueves, evitar cosas que un agresor pueda emplear contra tí (lápices en el bolsillo superior de la bata, fonendo alrededor del cuello...) y al menor atisbo huir a sitio seguro: mucho mejor que aplicar una llave de TaeKwonDo o Judo a un agresor y acabar sentado en un banquillo judicial...
    Vuestra actitud fué totalmente adecuada.
    Si me lo permites expongo en plan brainstorming una alternativa (que no aseguro sea mejor, pero alternativa al fin y al cabo):
    Analicemos:
    ¿Qué hubiera pasado si a la primera amenaza os levantais tu tutora y tú, os vais de la consulta (a tomar café por ejemplo) y os negais a continuarla hasta que el sujeto haya salido del Centro de Salud?

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  5. Hablamos de un botón, un botón del pánico, supuestamente aplicable cuando lo tienes pero ¿que ocurre cuando éste no existe? ¿que ocurre cuando la situación es tan inesperada que no has llegado a tener ni pánico? ¿que ocurre mientras lo has activado y alguien se ha dado cuenta de que está funcionando, donde tiene que ir y llega hasta el lugar?.
    Mi experiencia personal ocurrió en el 2003 y como os podreis imaginar no existía tal botón ni proyecto de su existencia, ocurrió en el domicilio de un paciente en un aviso del centro coordinador, ocurrió en una zona de las que llamamos "clase alta" y ocurrió con un "individuo" que no mostró en ningún momento señales de amenaza.
    Fuí agredida físicamente por intentar hacer bien mi trabajo cuando lo que el sujeto quería era que cumpliera única y exclusivamente las expectativas que el se había forjado sobre lo que esperaba de mí, todo ello sin manifestar en ningún momento desacuerdo verbal con mi actuación.
    Desde ese día, cuando suena el telefono de urgencias para pasar un aviso del centro coordinador, aunque parezca imposible, aún me coge un nudo en el estómago.
    Es relativamente fácil estar prevenido ante situaciones en las cuales puede existir una actitud conflictiva, psiquiátrica, agresiva (verbal o física) pero en el día a día de nuestro ejercicio profesional nunca conocemos el final de la película y ya puedan existir todos los botones del pánico del mundo, conocer todas las técnicas de artes marciales e ir completamente "desarmados" que siempre estaremos expuestos a una agresión, siempre existirá alguién que se tome lo que el considera la justicia por su mano y nunca podremos olvidar la sensación de soledad e incredulidad que sientes cuando ocurre.
    Lo siento pero este tema creo que no tiene solución, afronto nuestra profesión por considerarla lo "mas bonito" que he podido ejercer pero la falta de escrupulos, de respeto, de educación, de pensar que todo vale de una parte de la sociedad, es inevitable.

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