jueves, 22 de diciembre de 2011

El gran circo romano que es la vida: haciendo de negociador

(22 Diciembre ´12)

Definitivamente, la vida es un gran teatro en el que todos podemos ser intérpretes por un día si los invisibles hilos de ese anónimo director deciden moverse hasta hacerte saltar a escena.

El gordo de la Navidad había puesto a Huesca en primer plano informativo de los telediarios, mientras la alegría del champán mojaba los objetivos de unas cámaras que todos los años en estas fechas buscan la misma noticia a modo de cinco dígitos.

Ajeno a un sorteo en el que yo tenía nulas esperanzas depositadas ante los 0 euros que había invertido en primera persona en él, cerraba el último día antes del periodo de vacaciones navideñas con un curso sobre Planificación Familiar que en principio estaba fijado hasta las 20:00h. Pero a veces parece que el destino, que la vida, o los caprichos del azar parecen hacer una mueca desde el cómodo sillón desde el que nos esté contemplando. Una cadena de consecuencias que me hicieron estar a esa hora, en ese sitio...para vivir una de las experiencias más intensas e impactantes

Un curso que en vez de a las 20:00h terminó a las 14:00h. La falta de previsión que no me había hecho dejar preparada comida para el medio día, acudir junto a tres grandes compañeras de trabajo pero mejor personas para tomarme una cerveza, fijar a última hora un partido de tenis al que llegaba apurado y llegué con el tiempo justo a mi casa para cambiarme de ropa; media hora de retraso que me hizo tener que mover el coche mal aparcado y dejarlo fuera del garaje por comodidad... para llegar a ese punto, a esa hora: las 16:35h en la puerta trasera del residencial en el que vivo. Si el curso no hubiera terminado antes de tiempo, si en vez de haberme tomado una cerveza hubiera improvisado comida ya hubiera estado en casa, si no hubiera tenido que mover el coche de haberlo aparcado bien o de no haber buscado ese partido a última hora... cualquiera de esas combinaciones hubieran hecho que yo no estuviera allí, a esa hora.

Abrir la puerta y andar los mecánicos 100 metros que separan esa puerta de la de mi bloque; ver como una desconocida viene corriendo hacia ti mientras llora y muestra un nerviosismo supremo en su voz latinoamericana mientras te hace un anuncio más típico del día de los inocentes que de este día del sorteo de Navidad:

- Hay una señora con un cuchillo en el cuello en el siguiente portal. ¡Dios mío!- tras lo cual salía corriendo hacia la calle

Ese siguiente portal que precisamente es el mío. Ese cuchillo que efectivamente no era ninguna broma, una niña-mujer o una mujer-niña que encuentra refugio en la esquina que ha utilizado como trinchera formada por la puerta y la pared mientras amenaza sin parar que lo va a hacer, que se va a clavar el cuchillo. Un aliado a mi lado ya que antes que yo había otra persona, que debía rondar mi edad espectador directo, juez y parte del desenlace del que por los caprichos del destino nos habíamos convertido en actores

Llegar para tomar el testigo de un aliado ya cansado ante los 5 eternos minutos iniciales. El sentir como los focos de ese inmenso escenario que es la vida te señalan mientras transitas cual funambulista el alambre imaginario que separan los tres metros de esa paciente psiquiátrica que ha decidido poner fin a un problema del que está plegada. Situaciones límites que no se enseñan en libros, que no se aprenden en el día a día de la profesión médica diaria, pese a las horas de mili a modo de guardias, anónimos pacientes y con nombres y apellidos, visitas domiciliarias en ambulancia...pero en ese momento no tienes bata, no estás en el hospital, no estás preparado, no sirve de nada haber estudiado una carrera ni haber estado en situaciones parecidas antes...eres tú contra tus miedos, contra los de una paciente al borde de realizar un giro de muñeca mortal debido al afilado cuchillo jamonero con el que se empieza a arañar el cuello ante la amenaza continua de que lo va a hacer.

Y es el momento de ser vencido o de intentar vencer. Tragar hondo, respirar, controlar tu pulso para intentar ganar centímetro a centímetro, para intentar acercarte mientras hablas con esa desconocida que centra toda tu atención y que parece plegarse sobre si misma mientras no deja de repetir que si das un paso más o sigues hablando se clavará el cuchillo. 5 minutos de intensa y agónica "negociación". De decirle que sabes que puedes ayudarla, de presentarte, de mostrarle tu atención, tu ayuda. De hacer malabares para buscar un imposible, de hacer de psicoterapeuta improvisado, de ganar una confianza enferma por una patología o problemática que le hace estar a unos milímetros del filo de la navaja.

Vecinos que empiezan a agolparse en los balcones, llamadas de esos espectadores a una policía que se presenta en el lugar 10 minutos después. 15 minutos eternos de bis a bis, de estar frente a frente, de intentar intercambiar una mirada perdida, de ganarme una confianza sin premio. Para pasar a un segundo plano y ver como los esfuerzos del cuerpo nacional de policía tan poco era exitosos. Buscar intermediarios en ese campo de batalla que se había convertido la situación, una "paciente" que cada vez se ponía más nervioso, que no encontraba aliados sino enemigos, que hiperventilaba, que seguía agarrando con fuerza el mango del cuchillo.

Un nuevo intento del equipo médico del 061 que se presentó momentos más tarde.

Tensión, un final a cara o cruz, un desenlace con final feliz o una tragicomedia a modo de apuñalamiento. La imposibilidad de intentar tirarte sobre ella ya que o se clavaba el cuchillo o podía clavártelo

Una media hora que se hizo eterna de ruegos, de súplicas, de intermediarios, de intentar el imposible. Un giro de tuerca que se produjo cuando ella dijo que quería hablar con nosotros, con el aliado que ya estaba allí cuando yo llegué y conmigo si le prometían que la policía se iba del lugar.

Acceder a su petición. Volver de nuevo a su campo visual inmediato mientras un policía permanece agazapado tras la esquina a la espera de una señal para salir de su escondite y poderle quitar el cuchillo si baja la guardia.

Mi turno de ruegos y preguntas, de volver a enfrentarme a una situación límite, mi última bala perdida ya que el cuchillo permanecía a milímetros de una yugular que parecía dilatarse para buscar el afilado metal.

Turno de mi "amigo el desconocido". De hablar en susurros, de intentar responder a unos porqués para los que no tenía respuesta pero que tenía que intentar encontrar...para que finalmente bajara la guardia, vencida por el stress de la situación, de las múltiples entrevistas que había tenido sin hablar. Por fin esa señal para salir del escondite y retirar el cuchillo amenazante, para poner fin a este todo o nada del que fui juez y parte.

Todo había terminado y yo estreché firmemente la mano del intermediario que me había acompañado en esta desagradable experiencia mientras le daba la enhorabuena por su temple y el éxito de su negociación final. Un último abrazo mientras la policía y el 061 intentaba abordar a la paciente ya sin cuchillo.


Un partido de tenis que comenzó con media hora de retraso para el que no estaba mentalmente preparado. Cada carrera, cada bola... cada infinito minuto que pasé haciendo de intermediario en una de esas historias que parecen no ir para ti pero que el destino te pone en tu camino

4 comentarios:

  1. Señor mío eres grande dios te pone a pruebas todos los días y las vas superando yo creo que tú tienes algún pacto firmado con él,

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  2. Juan las cosas no pasan por casualidad...

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  3. Vecino, esto me suena a excusa por haber perdido el partido de tenis. xDDDDDDDD

    Y enhorabuena por haber acabado todo bien. ;)

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  4. Jaja, si lo peor es que hasta iba ganando: 7-5,2-2...pero no dio tiempo a terminar el partido por todo el tinglado que se montó!

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