miércoles, 22 de junio de 2011

Duelo: superar un amargo adiós

Como una peculiar ley de Murphy no escrita es un fenómeno recurrente. Al igual que en una guardia hay días en lo que parece que todos los pacientes que ves van por el mismo motivo (he tenido el día “mundial” del dolor torácico, de los cólicos nefríticos, de las arritmias cardiacas,…) también se puede dar este fenómeno en cualquier ámbito del día a día. Esta entrada va para aquellos dos pacientes que en aquella mañana en Salud Mental pasando consulta en el Centro de Salud de La Victoria me marcaron (sobre todo al primero de ellos) y me hicieron comprender recorriendo parte del duro trayecto en el que se encontraban inmersos la dura realidad de afrontar una muerte.

Lo único cierto en el momento en el que nacemos es que algún día encontraremos la antítesis vital en forma de muerte. De los primeros compases y de la trama de nuestra vida nos encargamos nosotros y las circunstancias que harán que nuestra vida sigua unos derroteros que nosotros podemos moldear cual artistas alfareros. Pero lo único indiscutible en nuestra existencia es que “Polvo somos y en polvo nos convertiremos”, pero sin embargo, duele tanto el dolor de una pérdida y no sólo la pérdida de esa persona, sino también el papel que ocupábamos en su vida.…


Ahí enfrente estaba él, importante cargo de la sociedad de alta alcurnia malagueña, sin poder ni querer frenar el reguero de lágrimas que poblaban sus curtidas mejillas. Había llegado el momento para pasar este trance, para abrirse y mostrar su dolor al mundo, para mostrar su convicción absoluta del disconfort que le había causado la muerte prematura de su esposa, que pese al cansancio que le supuso la agónica lucha contra una larga y al final mortal enfermedad, siempre se había mostrado modélica, idílica, perfecta, la acompañante de baile perfecta, la amiga, madre y esposa que todo hombre necesita a su lado para sentirse pleno. Él no estaba loco, no tenía ninguna enfermedad; quería sentir, sufrir, llorar, hablar… Quería rendir tributo a la figura moldeada con la que día a día retocaba a su mujer ausente.


Un máster psicológico sobre las fases del duelo ya que él con su relato argumentado fue llevándonos desde la muerte hasta los ocho meses que nos ponían en el día de hoy. Un recorrido por las siete etapas que forjan un duelo y que me han servido para ampliar mi visión sobre este trance que tarde o temprano casi todos tendremos que sobrellevar.


En esta sociedad precocinada de usar y tirar, del escape fácil de la vía más rápida posible, del abandono del luto por no estar bien visto socialmente… es bueno reflexionar sobre esta delicada situación que nos hiere de muerte y de la que tenemos que saber cicatrizar sin dejar queloides irreparables. Y es que sólo da consuelo elaborar el duelo y para ello cada uno debe de guiar sus pasos, a su ritmo, a la velocidad que su alma dicte hasta poder reajustar el rompecabezas que intenta resquebrajar tu corazón. Aceptar que nos duele, aceptar la ausencia, aceptar que ha muerto, manifestar el dolor e iniciar el camino de regreso a la realidad y a nuestro propio orden de las cosas. Reacomodar todos aquellos asuntos que quedaron dispersos, resolver pendientes, retomar arraigo llenando nuevamente los espacios. Recordando lo vivido con esa persona, recordarlo dentro de nuestra existencia tal como fue mientras vivía, aceptando que ha muerto. Nos queda el tenerlo presente, en nuestro corazón, no lo que fue, sino lo que nos hizo ser, hijo, hermana, padre, esposo, amiga… En definitiva crecer con su temporal marcha, con el enfrentamiento que tenemos cara a cara con la muerte, con ese hasta luego que finalmente siempre termina convirtiéndose en un reencuentro en el más allá.


En su libro "En la muerte estoy mueriendo", la doctora Elisabeth Kübler-Ross describió las llamadas "5 etapas del duelo" que a continuación paso a describir:


1. CULPABILIDAD

Existen casos en los que la persona siente amor, pero también siente odio por la persona fallecida, especialmente porque se ha ido y nos ha dejado solos. Este odio inconsciente provoca también sentimientos de culpabilidad, porque a fin de cuentas amamos y queremos a ese ser querido que ya no está entre nosotros.


Estos sentimientos hacen que, además, el proceso sea aún más difícil, llegando a surgir reproches hacia ese ser querido, e incluso a la vez dudas sobre si nosotros mismos somos culpables de su fallecimiento.


2. NEGACIÓN

La negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarnos. Es una defensa provisoria y pronto será sustituida por una aceptación parcial: "no podemos mirar al sol todo el tiempo".


3. IRA

La negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del doliente.


4. PACTO o NEGACIÓN

Ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, mas el enojo con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia.


5. DEPRESIÓN

Cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporal y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo.


6. ACEPTACIÓN

Quién ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca por la pérdida y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor... la vida se va imponiendo.


Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno.
Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.


“Son las 6 etapas para aceptar una pérdida sin vuelta atrás. Puedes quedarte en la primera, puedes perderte en la que quieras, pero si quieres vivir en la vida en vez de perderte en la pérdida mira de cerca el proceso, acepta el dolor de cada una de ellas y recuerda que si te mientes a ti mismo en una de ellas... la pérdida siempre seguirá en vida.



Y a modo de conclusión dejo una serie de consejos, insignificantes pero necesarios al igual que una gota en la inmensidad del océano.

Cuidarse a si mismo

Recuerda que la aflicción es una emoción normal. Debes saber que la

aflicción puede desaparecer (y va a desaparecer)

Participa en los rituales. Los servicios religiosos, los funerales y tradiciones ayudan a la gente a superar los primerosdías y a honrar a la persona que falleció.

Reúnete con otros. Incluso las reuniones informales defamiliares y amigos brindan una sensación de apoyo y ayudana la gente a no sentirse tan aislada durante los primeros díasy semanas del duelo.

Cuando puedas, habla de ello. A algunas personas les ayudacontar la historia de su pérdida o hablar de sus sentimientos.En ocasiones, una persona no tiene deseos de hablar. Esotambién está bien. Nadie debe sentirse presionado a hablar.

Exprésate. Aun cuando no sientas deseos de hablar,encuentra maneras de expresar tus emociones y tuspensamientos. Comienza a escribir un diario sobre losrecuerdos que tienes de la persona que perdiste y de cómo tesientes desde la pérdida. O escribe una canción, un poema oun tributo a la persona que falleció. Puedes hacerlo de maneraprivada o compartirlo con otros.

Haz ejercicio. El ejercicio puede cambiar tu humor. Puederesultar difícil sentirse motivado; por lo tanto, modifica turutina normal si es necesario.

Aliméntate bien. Seguramente tengas deseos de saltearcomidas o quizá no tengas hambre, pero tu cuerpo necesita comida nutritiva.

Únete a un grupo de apoyo. Si consideras que puedeinteresarte concurrir a un grupo de apoyo, pregúntale a unadulto o a un consejero escolar cómo unirte a uno. Lo que debes recordar es que no tienes por qué estar sólo con tus sentimientos o tu dolor.

Expresa y libera tus emociones. Si tienes deseos de llorar, note reprimas. No te preocupes si escuchar determinadascanciones o realizar algunas actividades resulta dolorosoporque te trae recuerdos de la persona que perdiste. Esto esnormal. Después de un tiempo, será menos doloroso.

Crea un memorial o un tributo. Planta un árbol o una planta,o recuerda a la persona con algo saludable, como participar enuna maratón o caminata a beneficio (por ejemplo, una carrerapor el cáncer de mama) en honor del ser amado.

3 comentarios:

  1. Leyendo esto solo me entran ganas de disfrutar cada momento con la gente que quiero y no perderme ni un minuto...

    ResponderEliminar
  2. Considero que para poder afrontar situaciones así como las que vives día a día seguramente hay que tener una fortaleza de hierro, es la parte más dificil del oficio y más cuando se es partícipe. En mi caso estuve a punto de entrar a la escuela de Medicina pero perdí un familiar y no quise encarlarlo y me fuí por odontología. Me encantó, muy buena entrada. Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Perdiste un familiar pero seguramente el mundo ganó una gran odontóloga.
    Es lo malo de las "rutinas" que uno termina viendo todo normal y se insensibiliza
    Gracias por pasarte por el blog

    ResponderEliminar