jueves, 17 de junio de 2010

Experiencia en paritorios

(15 Junio ´10)

El llanto es la antesala del milagro de la concepción. Sorprende ver como casi siempre es igual, como antes de que la nueva criatura desimpacte sus pulmones y acometa su primer llanto en el que exhala vida, sea el llanto de ese aficionado de excepción que es el padre, que es el primero en ver asomar la cabeza de ese milagro que lleva su sangre y que lleva queriendo nueve meses, el que desgarre el silencio tenso del paritorio que envuelve la sala ante la llegada de esa criatura que hasta la fecha tan sólo habían visto en Ecografias futuristas tridimensionales y que irrumpe para quedarse.

El milagro de la concepción, el parto. Ese fenomenal fenómeno que lleva produciéndose desde que la vida es vida. Un arte en cubierta comandado por unas matronas que saben dominar los tempos de una partida de vital importancia emocional. Guiando cada contracción, animando, comprendiendo y tranquilizando los temores de una madre que se aferra a las perneras de la camilla para que el ser del que ya no se puede desprender nazca sin problemas


La finalidad de colocarme una guardia de Ginecología (pese a que la rotación la tendré en Agosto), era clara: ver todos los partos posibles de cara a la inminente llegada de Javier ( el primer y ansiado sobrino). A lo largo de la carrera (con más luces que sombras), tan sólo había visto una cesárea, demasiado escaso bagaje de cara a la cita programa para el estío de Julio, así que a lo largo de esta guardia tuve la fortuna, y el privilegio de ver cuatro alumbramientos, y estar presente en el momento más íntimo de una pareja, en su alegría, en su llanto, en sus nervios iniciales y en unos temores que le irán acompañando junto al desarrollo de ese milagro de la vida llamado bebé


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