domingo, 24 de mayo de 2009

Arroz con el Corazón

(escrito el Viernes 22 de mayo de 2009)

La mañana de hoy viernes es otro claro ejemplo del estado permanente de desorientación que vivo, y que por lo que escucho e intuyo, vivimos el resto de los compañeros residentes que hemos asistido religiosamente al Acto de Bienvenida con el que el Carlos Haya quería rendirnos tributo, y de paso intentar quitarnos la venda de los ojos para ver con más claridad el futuro inmediato que ya ha pasado a ser presente.

Las palabras bonitas de los días anteriores han encontrado también su contraposición en la información que nos han dado varios de los “compañeros” exponentes (aunque con treinta años más de experiencia que nosotros). Tras las palabras joviales de dos radiantes estrenadas R2 que con su propia experiencia nos han servido para informarnos de lo que nos espera, llegó el turno de los tecnicismos y formulismos de los escalafones superiores, esas figuras místicas que velándose en esa luz tenue ganan tanto a su paso. Mucho estudio, mucha investigación, muchas guardias y sus correspondientes malos ratos, mucho leer artículos en inglés… en definitiva, horas y horas de una vida que a tenor de lo escuchado se queda reducida a la bata y a un fonendo que amenaza con dejar marca en el cuello.

No quiero decir con todo esto que mi impresión tras abandonar el salón de actos haya sido negativa, ni mucho menos; uno agradece que todo no sean palabras bonitas y palmaditas en la espalda. Sólo las personas informadas se llevan el gato al agua, y siempre es bueno saber lo que nos espera: esa sensación de agobio, de sentirse ajeno a un entorno al que parece que nunca terminarás perteneciendo, muchas horas de caminar por unos pasillos como hombre de los recados, como un buscador de recompensas con lo que poco a poco iremos también formándonos en ese tren en marcha que nos espera pero al que tenemos que subirnos en su continuo avanzar.

Pero si tengo que sintetizar una idea, me quedaré con la que estamos ante los mejores años de nuestra vida: compañerismo, trabajo en equipo, superación personal y sobre todo una metamorfosis que a buen seguro que terminará dando una mariposa alada independiente y autosuficiente gracias a nuestro trabajo y al del prójimo, esa familia que aún desconocemos, pero a la que ya pertenecemos. Y es que en definitiva, aunque ahora mismo no lo creamos, somos unos privilegiados.

Pero los formulismos en este caluroso viernes malagueño, no iban a quedarse en meras palabras. Los tres mosqueteros (aunque predominen las mosqueteras por 2:1), nos desplazamos a nuestro santuario espiritual que será el centro de Salud de Palma Palmilla para asistir invitados gentileza de los R4 a su despedida formativa.

En verdad es inevitable que uno se sienta extraño en un entorno hasta ahora desconocido; demasiados cambios para domar a los sentimientos: una ciudad en la que me pierdo, unas compañeras de viaje diferentes, caras y más caras nuevas, nombres que no consiguen quedarse en la memoria cuando te presentan y que tan solo puedes adornar con una sonrisa que mezcla la alegría y la timidez de entrar en una familia ya formada… demasiado para que uno en los compases iniciales de la Pre-Comida no se llegue a sentir como un mero mueble. Pero como suele ser en estos casos, el paso del tiempo es el mejor amigo, y la timidez con la que entras se transforma en la alegría con la que te marchas de dicho evento, previo llenado de estómago con una exquisita paella que a buen seguro también tiene su cota de influencia y por lo que agradecemos la invitación, ya que cuando llevas un rato con esa gente de todos los colores: mayores y jóvenes venidos de todas partes de España, adjuntos y residentes, médicos, enfermeros o agente de seguridad (una figura imprescindible en éste tipo de Centros), un claro ejemplo de pequeña gran familia en la que hoy, es inevitable que tanto Anabel, Gemma o un servidor nos sintamos como en casa tras culminar un largo embarazo.

Entre anécdotas, experiencias y consejos, uno se da cuenta que vienen años difíciles pero que todo en esta vida tiene solución menos la muerte, y da la casualidad, que nosotros estamos ahí para intentar ser una herramienta, para ser una solución a los problemas de la sociedad y los nuestros propios, ya que a buen seguro, que al final, conseguiremos derrotar a todos los temores que se nos acumulan en estos momentos, en esas metas a corto plazo que creemos que no podremos cruzar jamás.




(ayer y hoy: Isabel Corona, en el centro de la imagen, con sus últimos cuatros residentes: pasado, presente y futuro)

Uno no saca lo mejor que tiene hasta que la exigencia es máxima, y seguro que en estos cuatros años, conseguirán exprimirnos para dar un buen zumo, ese refrescante refrigérido que tanto se agradece en estos días de verano.




(Residentes Centro de Salud Palma Palmilla)

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