(10 Abril ´11)
Recuerdo esas tardes de verano en las que la España de los ´90 sacrificaba las tórridas siestas de verano entre el melón y las pegajosas moscas en el ambiente para ver como ese héroe nacional a lomos de su bicicleta se coronaba edición tras edición rey de Francia y por ende del deporte mundial. Ese coloso que colocó Villava en el mundo. Esa celebridad de la que todos presumíamos cuando le enfundaban en los Campos Eliseos el maillot amarillo mientras ondeaba al aire el león de peluche con el que se premia el rey de reyes. Ese Miguel Induráin al que todos animábamos desde la cuneta imaginaria de nuestro televisor mientras vencía a todos los que anhelaban ser teté de la course pero que se encontraron con la tirana magia del navarro.
Cómo olvidar aquella tarde en la que Induráin se hizo humano, en la que hincó la rodilla, en la que sintió la derrota en primera persona. Por infrecuente era improbable pensarlo, pero en un frío ascenso a Les Arcs (los Alpes) el tío del mazo le estaba esperando y el ritmo que dejaba atrás a sus rivales se vio inerte, sin fuerzas, abatido, entregado… Fue en 1996 pero aún recuerdo aquella cara (hasta ese día inexpresiva) que esa tarde se desencajó pidiendo agua para encontrar auxilio ante una pájara difícil de olvidar.
Este domingo 10 era un día señalado en mi calendario; me tocaba correr “en casa” para disputar mi primera Media Marathon de Málaga tras haber competido en otras: Granada, Baeza-Úbeza y Murcia y haber marcado mi mejor marca en la última que disputé en Córdoba. Era el momento de seguir creciendo: el objetivo mínimo era igualar mi anterior tiempo de 01:44:35 y el reto bajar el crono de 1h40min. Al igual que para Córdoba había seguido un entrenamiento peculiar basado en pocos kilómetros trotando pero muchos entre fútbol sala, tenis y otros deportes. Me sentía bien, con fuerzas y sobre todo mentalmente preparado para seguir avanzando. El reloj marcaba las 10:00h y el pistoletazo de salida dio lugar a una marabunta de corredores sin nombre con el único fin que la superación personal. Tras los dos primeros Kms en los que fue difícil encontrar el ritmo debido a que entre tanta gente era complicado encontrar espacios, poco a poco el panorama se fue despejando y era el momento de coger ritmo. Todo parecía ir bien, cada vez me encontraba mejor de piernas, zancada a zancada para ir bordeando un paseo marítimo que se iba poblando de seguidores con bañador y toalla ante el día de playa que hacía. Llegaba al punto intermedio del circuito, ya había llegado al ecuador de la prueba y ya conocía el camino de vuelta.
Así llegué al Km 12, hice mis cálculos mentales. Parecía que no iba a bajar de 1h40min pero mis previsiones me hacían parar el crono en 1h42min. Pero de repente y sin previo aviso las piernas empezaron a dejar de recibir las órdenes nerviosas que mis interneuronas intentaban mandar, las sinapsis se empezaron a inundar entre el lactato producido. El sol oteaba en el horizonte, el calor del terral africano asfixiaba y los 30º que se rondaban empezaron a ser una soga que poco a poco apretaba. Adiós sensaciones, adiós disfrute, adiós ritmo… Por delante 8 kms para sufrir, para intentar recuperar unas sensaciones que no volvieron a aparecer, para intentar no desfallecer, para dejar de adelantar y ser adelantado, para desear cada punto de avituallamiento para poder coger dos botellas de agua para beber una y echarte encima la otra en busca de un consuelo que tan solo duraba segundos.
Vi a algún corredor tirado en la cuneta atendido por los servicios sanitarios. Miraba el reloj y el punto de kilometraje. Todo, de buenas a primeras se había ido al traste. Atrás quedó el objetivo de la marca personal, de la hora y cuarenta. Tan solo quedaba retomar el reto de la primera Media que hice hace ya unos años en Granada, el de cruzar la meta. Los dos últimos Kms sencillamente fueron una tortura. Se agradecen los aplausos de la gente que intenta animar en las aceras que conducen al estadio, los cánticos de algunos corredores que se toman estas carreras como lo que realmente son (una fiesta) y sobre todo agradezco a aquel corredor mayor y experimentado que no conocía pero que debió de verme mala cara para sujetarme el hombro y decirme que si quería terminábamos la carrera juntos. Pero yo no estaba ni para él ni para mí, tras agradecerle su desinteresado gesto de fair play y compañerismo me retiré a mi sufrimiento y entré al estadio. En esta ocasión no me marqué ningún sprint, no adelanté puestos, no busqué arañar segundos al crono. Me sentía cansado, vencido, hundido y con el mismo trote cochinero con el que venía corriendo el último tramo de la carrera crucé la meta.
Era el momento de hidratarse y tras una mezcla de agua y bebida isotónica caliente mi organismo dijo basta, comenzando con unos vómitos de una tonalidad azulada que no cesaron hasta que una hora después me automedicara al llegar a casa (béndito Ondansetron: ZofranÒ), que se acompañaron de mareos, sudor, palidez… Me costó parte del resto de domingo pero poco a poco conseguí recuperar el estado habitual.
Acabé la carrera con la clara sensación de derrota. Luego volví a mis orígenes y entendí que acabarla para un nobel atleta como yo podía considerarse un éxito, pero como nunca conoceremos nuestros límites sino tratamos de superarlos ya estoy pensando en la siguiente Media que sí me prepararé a conciencia, con sus series, con su calor, con la adaptación al medio que requiera para retomar de nuevo el asalto de la marca de 1h40min para en caso negativo siempre encontrar el suelo de cómo diría el barón Pierre de Coubertin “lo importante es participar”
Enhorabuena a todos los que este domingo madrugaron para vestirse de corto. A ese Miguel Induráin africano que ganó, a sus perseguidores, a los que superaron sus expectativas, a los que las rozaron, a los que consiguieron terminar, a los que se quedaron en el camino. Nos vemos en la siguiente
Quiero terminar esta entrada con una frase que leí en la parte trasera de la camiseta de uno de los muchos corredores que me adelantaron en el tramo final. Lo leí y me gustó. Ahora lo he mirado en Internet y es una cita de la Madre Teresa de Calcuta
“Si no puedes correr, trota
Si no puedes trotar, camina
Si no puedes caminar usa un bastón
Pero nunca te detengas”
http://www.youtube.com/watch?v=-8XSit8XyeM
ResponderEliminarAnimo la proxima ocasion.
Alvaro Martin
Pero lo conseguiste...
ResponderEliminarNunca, nunca te detengas!!!!
ResponderEliminar:-D
Besitos!!!!