Hace
unos semanas me chocaba un mail recibido en la bandeja de entrada, más que por
el destinatario en sí, por el contenido del mismo que difería inicialmente de
las ideas preconcebidas que de él y del tema tenía.
Que
Internet se ha convertido en el invento más relevante y poderoso de la historia
reciente de la humanidad es un logro que nadie puede rebatir. Desde que
Gutenberg inventara la imprenta, es posible que la sociedad no hubiera avanzado
tanto: la conquista del mundo 2.0, la eclosión de las redes sociales, el poder
de la información compartida que se propaga como un virus dando voz al silencio
de delincuentes y forajidos pillados infraganti, la información en directo a lo
Big Brother, el poder de los blogers que hacen periodismo sin corsés de
periódicos politizados y sectoriales…
El
nuevo mundo de las tecnologías, con sus detractores y defensores, ofrece una
oportunidad al mundo que antes no existía. Ahora se puede comenzar una Guerra
Civil o Mundial con tan sólo hacer clip; lejos quedaron los panfletos al aire
tirados por una juventud perseguida por los policía a caballo, o los mensajes
de aves mensajeras que avistaban feudos y castillos. Se puede comunicar,
informar, reír y llorar desde el ordenador de mesa, la tablets o el dispositivo
móvil (recientemente leí que hay más sofisticación tecnológica en un terminal
BlackBerry que en lo utilizado para la primera expedición del hombre a la
Luna). Se puede jugar, encontrar trabajo e incluso al amor de tu vida, comprar
o vender. Y también se puede intentar hacer de este mundo un lugar más justo,
seguro y habitable.
Atendiendo
a éste último propósito, últimamente han surgido plataformas que ofrecen la
posibilidad de recogida de firmas, con una repercusión social y mediática en la
que un particular se puede elevar a #trendingtopic. Quizás una de estas
movilizaciones más multitudinarias se haya conseguido con más del millón de
firmas virtuales recogidas para exigir la dimisión de Rajoy tras la patata
caliente que ha estallado tras los papeles de Bárcenas.
Y
fue una de esas solicitudes de recogida de firmas la que ese día llegó a mi
bandeja de entrada: “#NOalCascoObligatorioConBici”.
Y su remitente era un ferviente deportista, que lo mismo te corre el
kilómetro a ritmo keniata, que se zambulle en el agua a lo David Meca o recorre
y corona cimas con su bicicleta de montaña…
Me
costó un rato asimilar la relación destinatario-mensaje ya que de siempre tengo
asociado e interiorizado ponerme el casco cuando me monto en la bici, ya sea
para escalar los Montes de Málaga o para estirar los músculos a nivel del mar
en el paseo marítimo en un saliente de guardia. Es algo mecánico que no pienso,
como hago cuando me pongo el cinturón de seguridad nada más que me monto en el
coche, aunque el trayecto sea de la casa a la panadería a la vuelta de la
esquina.
Antes
de leer los motivos que defendía dicho manifiesto le mandé un mail indicándole
mi sorpresa. Lo hacía quizás estigmatizado por la famosa canción de “Ponte el cinturón” retumbando en mis
oídos y le dejé claro mi postura inicial de que no iba a firmar dicho escrito,
ya que creo que el casco, aunque poco estético e incómodo, es útil para la
seguridad del ciclista urbano.
No
tardé mucho en descubrir que estaba ante un dardo envenenado, una falsa verdad
del gobierno de turno, un matiz supresor de libertades y derechos, que en esta
ocasión iba en contra de los locos
que intentan aportar su granito de arena tanto a la salud del ecosistema como
del suyo propio trasladándose dentro de la ciudad en su bici, casi nunca en las
condiciones necesarias y exigibles a las autoridades públicas.
Una
medida a priori popular y a favor de sus beneficiaros que se convierten en
víctimas, que encuentran impedimentos y motivos para dejar de trasladarse en
bici; que verán como el Gobierno deja de construir carriles para ellos, que
comprobarán impotentes como una vez más nos alejamos de nuestros vecinos
civilizados de Europa a los que nos separan tan solo kilómetros geográficos
pero galaxias en la esfera del raciocinio. La cultura de la bicicleta dentro de
la ciudad, los parkings poblados por las dos ruedas, la gente que respeta
carriles y sentidos, un estímulo para vencer al sedentarismo que nada bueno
lleva asociado. Y ver como desde tu propia casa intentar echar tierras a tu
propio tejado con estas mentiras maquilladas que a mí, ciclista esporádico, me
habían llegado a colar en un principio.
Esta
demostrado que lo más efectivo para prevenir siniestralidad y accidentes en los
ciclistas urbanos es fomentar que haya un mayor número de personas que se
desplacen en bicicleta, siendo la obligatoriedad del casco una medida
científicamente demostrado, disuasoria de este fin. ¿De verdad vamos a ponerle
diques al mar?
DESVENTAJAS
A TENER EN CUENTA:
1. No es tan eficaz como medida de seguridad vial, como sí los son: un tráfico más calmado (a través de vías ciclistas
específicas, calles y zonas 30) y una mayor precaución por parte de los
conductores de coche, respetando la distancia de seguridad (ambos como
consecuencia de una mayor presencia de las bicicletas y de campañas de
concienciación).
2. Constituye una medida disuasoria del uso de la
bicicleta como medio de transporte urbano. El
uso de la bicicleta mejora la salud de quienes la usan, pero también del resto
de habitantes de la ciudad: disminuye las emisiones contaminantes, fluidifica
el tráfico y reduce el nivel de ruidos. Por tanto, debería incentivarse el uso
de la bicicleta en entornos urbanos, en beneficio de todos.
3. Dificulta la implantación de sistemas de
transporte público individual, como la bicicleta pública.
4. El uso del casco ciclista es un debate
superado en el resto de países europeos (Holanda,
Dinamarca, Alemania...) que son ya un referente del uso la bicicleta. En
Australia y Nueva Zelanda, países donde sí llegó a ser obligatorio, la
implantación del casco hizo caer el uso de la bicicleta y no aportó mejoras
significativas en la seguridad de los ciclistas.
Estos son algunos
estudios científicos y publicaciones que acreditan lo dicho anteriormente:
- Do
enforced bicycle helmet laws improve public health?BMJ
- Head injuries and
bicycle helmet laws;Accident
Analysis & Prevention, Volume 28, Issue 4, July 1996, Pages 463–475
-
Safety in numbers in Australia: more walkers and
bicyclists, safer walking and
bicycling;Health Promotion
Journal of Australia 2005 : 16
- Existe un compendio de la
literatura médica al respecto, a favor y en contra, elaborado por laBicycle Helmet Research Foundation.
Dejo
el enlace del manifiesto. Si al igual que yo has cambiado de opinión tras lo
leído, pásate y deja tu sello. Seremos una simple gota en medio de la
inmensidad del océano, pero gota a gota se forman mareas, tsunamis…
Firma
el manifiesto
Posdata: esta
entrada está escrita con toda mi admiración a Antonio Bordallo, que intenta enderezar renglones torcidos de Dios.
Y si
no te fías de lo leído, adjunto a continuación bibliografía consultada sobre el
tema:
“El respeto a los ciclistas aumenta con el número de bicis que hay en la
ciudad”,
Hudson (urbanista), 1978
…Dado que la obligatoriedad del casco disminuye
drásticamente el número de ciclistas, su aplicación hace que los pedaleantes,
al ser menos, sean más vulnerables. Por otro lado, la falta de ejercicio y la
contaminación sesgan más vidas que los accidentes en bici sin casco…
When Australia introduced mandatory cycle helmet law. Bicycle usage dropped
by 30%.
Robinson DL. Safety in numbers in Australia: more
walkers and bicyclists, safer walking and bicycling. Health Promotion Journal
of Australia, 2005;16:47-51
Ninguno de los países centroeuropeos, con más experiencia
en bici, ha legislado en esta dirección; de hecho en el mundo solo un par de
países obligan al uso del casco en ciudad. Si se llega a aprobar, habrá menos
bicis en las ciudades. Y eso, además de nefasto para la movilidad, sí que
aumentará la siniestralidad ciclista. Europa para unas cosas, política
irreflexiva para otras.