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jueves, 10 de mayo de 2012

Cicatrices en el corazón


(5 Mayo ´12)


La cama aún está caliente, pero mi alma tirita de frío. Su esposa y su hijo le acaban de dar el último adiós ante la partida sin retorno hacia lo desconocido. El sol a lo lejos empieza a coquetear con un nuevo amanecer, pero pese a estar llegando al final de una dura guardia lo que menos tengo son ganas de dormir.

Definitivamente, la vida no es un camino de rosas. Duele el hacer daño, duele el no encontrar consuelo, duele ser parte accidental del triste momento que sesga la armonía de una familia a la que nunca antes habías visto pero que lleva unas horas siendo el eje central de la tuya.

Mis palabras con en las que en la glaciar salita anuncié a su familia que el paciente había muerto azotan mis sienes con fuerza, casi con la misma violencia con la que su hijo gritó al enterarse de la noticia.

Llevar un gran número de horas de mili y muchos tiros dados y alguno recibido no te hace ser inmune al dolor, no te exime del deseo de cobardía de replegarte sobre ti mismo y desaparecer sin dar explicaciones. Tenía que sufrir este duro trance sólo, con mi miedo y su familia tal y como hice. El paciente ingresó a primera hora de la noche en Observación y en la despedida con su esposa intenté transmitirle la esperanza que yo tenía de que no fuera nada grave. Pero las pruebas diagnósticas que le solicité me dejaron perplejo, hasta la fecha no había visto nada igual: una anemia galopante, una coagulación por los suelos, unos leucocitos que jamás creía que pudieran llegar a 31.000, un pH que coqueteaba con el 6…todo ello bailando al ritmo de un hígado cirrótico de base que había dejado de funcionar. La llamada en plena madrugada para que la familia se volviera a personar en el Hospital para informarles que la situación había cambiado, que todo estaba peor de lo esperado y que pronóstico pudiera no ser favorable. Esa desgarradora sensación de encerrarte en una salita de 3 m2 con personas asustadas y hacer de juez que parece anunciar una inminente condena de muerte. Un reajuste de tratamiento casi heroico que se esfumaba como la vida del paciente en cada respiración agónica. Un fallo fulminante hepático que suele tener el pronóstico del 91% de mortalidad que se acentuaba por la nula indicación del trasplante.

La respiración que se agita, que se hace abrupta, que se va apagando como un cigarro caduco. El jugar con la medicación mientras intentas controlar la acidosis que pese a tus cálculos sigue “desangrándose”. Las 6:20h de una guardia intensa y emocional: la última respiración de un paciente joven con algo más de un lustro de vida que decía adiós. El rellenar el parte de defunción justo antes de avisar a Admisión para que la familia volviera a presentarse en la salita.

La reflexión de este conflicto ético. ¿Cómo me gustaría ser informado a mí si algo así me pasara? El intento inútil de intentar hacerme el esquema mental para hacer este trance lo más llevadero. La mano amiga del compañero que se ofreció a estar conmigo en el momento, mi negación por sentirme “responsable” del proceso del que fui el encargado desde primera hora. El sentir una desagradable punzada en la boca del estómago que amenaza con cortarte el aire y dejarte sin habla. El camino de no más de 50 metros que se hace kilométrico. El mirar a los ojos a la familia del fallecido que por la mañana estaba en casa sin más problemas que los de la vida real. El ver como la primera palabra parece empeñarse en no salir, en no saber como colocarte. En buscar un consuelo imposible. Bloquearte hasta terminar dando la noticia. Ser testigo de los gritos, del llanto desgarrador, de el puñetazo por la impotencia del hijo que impacta en la pared. El ver como alguien se tira al suelo mientras se le inundan sus ojos… Y finalmente tan sólo poder poner mi mano sobre los hombros de su esposa mientras me adentró con ella y con su hijo al interior de la Observación para que estén junto al ser querido que ya no está.

Puede que esta entrada quede algo estigmatizante, pero los únicos que son protagonistas de esta entrada son el paciente y su familia. Yo tan sólo fui un actor secundario de este drama para el que me hubiera gustado no ser seleccionado.

“Cicatrices en el corazón” pienso mientras llego a mi casa y me derrumbo en la cama.

Descanse en paz





martes, 18 de octubre de 2011

Tropezar sin caer por el camino


Un sabio de la vida como era mi abuelo solía decirme aquello de “quién tropieza y no cae, adelanta camino
Si hay algo que angustia al ser humano es equivocarse, errar; esa desagradable sensación que se queda como un poso de café cada vez que uno descubre la superficial mentira de un fallo. La equivocación que persigue a los médicos, que los azota, que los somete. Uno que se vanagloria casi sin querer de sus aciertos, de sus pacientes que evolucionan favorablemente, de sus éxitos callados que van forjando una autoestima que parece edificarse sobre unos cimientos quizás no preparados para el fracaso de un error, de un resbalón, de un descuido.


Con cuántos pacientes te habrás equivocado en el diagnóstico al darle el alta en Urgencias; cuántos no habrán mejorado; saber los que han necesitado una nueva consulta; ¿habrá alguna víctima anónima por el camino? Preguntas que a todos tarde o temprano nos llegan a la mente, cuestiones que intentan atormentarnos, castigarnos, asfixiarnos.

Esta noche estas preguntas han venido a mi mente cuando hablando con un compañero del hospital me comentaba un desliz en un tratamiento que prescribí al alta en mi primera guardia tras las vacaciones, donde me confundí de dosis y en vez de pautar SeretideÒ 500 mandé el mismo fármaco pero a dosis pediátricas. Un fallo en principio menor pero a la misma vez adimensional, un toque de atención para no bajar la guardia, para estar siempre alerta, para no caer en la golosa tentación del dejarse llevar, de la errónea sensación de tenerlo casi todo controlado.


Una prueba más de que este camino de aprendizaje no tiene fin, que la meta es tan solo una utopía que en fallos como los conocidos esta noche, se aleja y se hace inalcanzable. Un tropiezo, uno de tantos otros del cual tras perder el centro de gravedad uno tiene que limpiarse las rodillas, desempolvarse el polvo del camino y seguir caminando. Andar, siempre hacia delante mirando hacia atrás para aprender de los errores.

Y es que nadie dijo que esto iba a ser fácil



“El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”



martes, 16 de agosto de 2011

La evolución de un Saliente


Saliente, vocablo de continua metamorfosis. El día después de una guardia de 24 horas en el que no tienes que ir a trabajar.


Recuerdo la dura sensación resacosa de mis primeros salientes, hace ya tres años, cuando terminaba del hospital y me iba directo a la cama donde necesitaba hibernar como un oso en los fríos meses de invierno. Esos tediosos días de post-guardia perdidos en el limbo de la nada, ya que pese a dormitar todo el día no terminabas con la desagradable sensación de haber sido atropellado por una estampida de elefantes, víctima de la mosca tse-tse del sueño. Tres días que se perdían por la exigencia de una guardia: el día de antes, el de la propia guardia y el del saliente…semanas que pasaban demasiado rápido, perdidas, inertes.


Pero uno va curtiéndose en el campo de batalla, hace cicatrices ante las heridas del combate y ya todo es muy diferente. Guardias que se limitan a 24 horas, intensas, provechosas en las que uno a demás de cumplir con sus obligaciones se permite hasta el lujo de estudiar. Días de antes que ya no requieren de concentración, de exilio, de nervios que se apoderan de estómagos. Salientes que no son tales, que transcurren con ritmos frenéticos, en los que descansar ya no es el eje del día debido a los requerimientos de un cuerpo que se termina acostumbrando a la rutina: deporte, obligaciones domésticas, entrar y salir, playa, piscina, ocio… Semanas que duran siete días, días que duran 24 horas, horas de 60 minutos, minutos con 60 segundos.


Esta entrada viene ante la caída de ojos de Nacho en plena boda de Sonia en uno de sus primeros salientes, en el plomizo de Paloma en su post-guardia en Mojacar; en las confesiones camino de vuelta en las que me decía estar KO; en el recuerdo de mis primeros salientes y esa sensación de calor pegajoso de las ciudades de costa a las que visitas e hipotensa hasta marear, que amenaza con noquear pero del que al final, como en esto de los salientes, uno termina acostumbrándose.


Para los que llevan pocas guardias y necesitan aún dormir, sirva esta entrada de canción de cuna


miércoles, 6 de abril de 2011

Aún quedan buenas personas

(4 Abril ´11)

Seguramente conozcáis la sensación que voy a describir a continuación: dolor de cabeza punzante, malestar generalizado, pérdida de memoria, dificultad para encontrar la concentración al día siguiente, nauseas…Puede que estéis pensando en una resaca tras una noche sin freno, mañanas de Ibuprofeno, pero no intentaba describir esa situación, sino la vivida el día después (saliente) de una guardia, sobre todo después de una guardia intensa, dura y complicada como la de ayer lunes en las Urgencias del Carlos Haya.

Hoy martes amanecía en el Hospital tras entregar el relevo a las 9:00h. Con aturdimiento en la cabeza, con la sensación de entumecimiento generalizado, con la sensación de disconfort gástrico tras la combinación que en otras situaciones sería mortal de chucherías, galletas, snacks, coca-cola sin gas, zumo a punto de caducar del frigorífico de la sala de trabajo de las Urgencias… que devoramos sin control en las madrugadas de guardia… Pero con la sensación de haber sobrevivido a una guardia infernal y a una mañana en el Hospital intentando que me firmaran algunas de las fichas de las rotaciones que tengo que entregar próximamente para la evaluación del segundo año de residencia.

Pero por fin y tras más de 28 horas me iba a casa, al medio día, demasiado cansado como para volver andando, entregado al acomodo de un atestado autobús urbano mientras me evadía en el libro que estoy leyendo (Invisible de Paul Auster). Me bajo del bus, llego a casa, me saco las cosas de los bolsillos y un nerviosismo me sacude el cuerpo. Sin saber exactamente el cómo ni el dónde acababa de darme cuenta de que había perdido mi móvil (iPhone 4) con el que tan solo llevaba unos meses y que es un suculento caramelo para cualquier dueño de lo ajeno.

Y es aquí donde emerge la protagonista de esta entrada, que es una lección para el día a día, un ejemplo a seguir. Podría no ponerle nombre, pero su generosidad me ha conquistado. Tras intentar dos veces ponerme en contacto con mi móvil en paradero desconocido (una comunicaba y otra estaba fuera de cobertura), aparecía al otro lado del teléfono la voz de Rosa que me tranquilizaba y me decía que mi teléfono estaba a buen recaudo, que lo había encontrado entre dos asientos del bus urbano, que había intentando buscar en la agenda a algún familiar para ponerse en contacto con él pero que no había obtenido respuesta, que me indicaba que como me quedaba poca batería tomara nota de su teléfono para hacer el intercambio.

Y allí estaba yo, quince minutos después, comprobando como aún quedan bellísimas personas, héroes anónimos que hacen del día a día un pequeño milagro. Hubiera sido muy fácil no contestar, adueñarse del descubrimiento, venderlo a buen precio… pero tan sólo quince minutos después de darme cuenta de mi pérdida ya podía disfrutar del salvapantallas con la foto de mi sobrino disfrazado de niño Jesús, gracias a este tipo de personas que pese a parecer que sufren el mal pandémico de estar en peligro de extinción ponen un rayo de luz con acciones como esta.

Muchísimas gracias Rosa, espero que si alguna vez te pasa algo como a mí encuentres al otro lado la imagen que proyectas en el espejo, y no como decía Hobbes un hombre que es un lobo para el hombre.

domingo, 2 de enero de 2011

Guardián en Nochebuena

(24 Diciembre ´10)

Mientras la España más religiosa celebra el nacimiento del niño Jesús y la España más laica se prepara para dar el pistoletazo oficial a las Navidades hay unos servicios mínimos que se encargan de velar por el buen funcionamiento, parecen que no están, que no tienen derecho a reunirse con la familia, que es obligación de un sueldo en ocasiones mileurista: bomberos, policías, servicios de limpieza… y entre otros, personal sanitario.


Debo de reconocer que el año pasado tuve suerte y esquivé trabajar en una festividad especial navideña (24,25 y 31 de Diciembre y 1, 5 y 6 de Enero), pero este año era imposible volver a aliarse con la fortuna e iba a ser Nochebuena el día marcado en rojo en el calendario. El primer 24 de Diciembre lejos de casa, sin el calor familiar, sin las estridentes conversaciones en la larga mesa donde la familia se reúne y entre tonos elevados para hacerse oir entre risas recuerdan anécdotas y pasado


Pero esta Nochebuena mi gente iba a ser otra, iba ser adoptado por la familia del Materno y por unos niños con sus respectivos padres que no entienden de festividades ni de posible melancolía. Fiebre tos y mocos, dificultad respiratoria, exantemas,… la rutina diaria en una fecha tan “especial”


Es duro, sí, pero también es curioso. Cada alta era un deseo de Feliz Navidad, algunos padres incluso me llegaron a desear una feliz Nochebuena para acto seguido y tras comprobar que estaba de guardia reírse con una expresión de “se siente”, o escuchar a lo largo del día que no me podía quejar, que tal como estaba la cosa, tener trabajo era una suerte y que hacerlo en un día como el de hoy era algo así como un privilegio.


Un día especial que será recordado, como una guardia más pero una guardia diferente.


Esta entrada va dedicada en parte a todos esos servicios mínimos que velan por la seguridad de los demás, que hacen que todo siga su curso de manera silenciosa, callada, anónima. Para los residentes que trabajamos ese día, para los que los harán en otros días especiales, para las enfermeras que me invitaron de madrugada a un sorbete de limón, para los padres de los niños que acudían a Urgencias y me deseaban felices fiestas, para ese privilegio de estar donde estamos y para mi familia verdadera que cenó con un comensal menos en la mesa, para los que se acordaron y con llamadas y mensajes me hicieron llegar sus mejores deseos...


Y como estamos ante una guardia especial, dejemos que hablen las imágenes…


Papa Noel se acercó por la mañana al Hospital para repartir regalos e ilusión a los más pequeños


Una cena muy especial. Nadie en el comedor (no es un montaje) 20:45h


Escuchando como hilo musical el discurso del Rey. Me llena de orgullo y satisfacción


El SAS tirando la casa por la ventana: Aguacates con gambas para la ocasión


Mis sufridoras compañeras de Guardia. Este día hicieron de hermanas


Reunión "familiar" en la salita de Enfermería a altas horas de la madrugada. Como veis nada de bebidas alcohólicas (muy triste)

domingo, 26 de diciembre de 2010

Primera Guardia Pediatria

(13 Diciembre ´10)

Tras un aprendizaje forzoso y acelerado mitad guiado por las explicaciones de Isabel y Silvia era el turno para que los tres neo-pediatras fuéramos debutando como guardianes del Hospital Materno Infantil, el centro de referencia de toda la provincia de Málaga y sus alrededores.

Mi turno para encerrarme en la monumental que acampa a los pies de la Rosaleda tenía fecha, lunes 13 de Diciembre, tan sólo transcurridas cinco mañanas pululando por mi nuevo puesto de trabajo.

Pero las guardias de Pediatría tienen sus propios ritmos circadianos. La dinámica de un hospital general suele tener su día de máximo apogeo en lunes, tras un fin de semana sin Centros de Salud y la falta de citas con Atención Primaria, aunque podríamos alegar otros posibles motivos como intento de bajas laborales o faltar al trabajo pero no es el caso. Pues bien, esta cruz hecha lunes no se vive de tal manera en las guardias de Pediatría, que tienen su tortura a modo de máxima clientela los domingos (lo he comprobado en mi segunda guardia, merecerá mención aparte). Así que allí estaba yo, como si llevara toda la vida viendo niños, ese sino que parece “perseguirme” con el maravilloso regalo que ha supuesto el nacimiento de mis ahijados Javier y Eduardo.

Es curioso el poder del sentido común. Cierto es que en estos días que han precedido a este lunes me he estado preparando para el momento, leyendo libros, preguntando mis dudas a los Adjuntos de las Urgencias, estudiándome los protocolos, pero siempre da respeto lo desconocido, y más si podemos estar hablando de un lactante de días de vida, o de un niño al que las únicas palabras que les puedes sacar son las feroces lágrimas de pavor ante el fonendo, la bata blanca y la sospecha de un pinchazo que en muy pocas ocasiones se produce.

Fiebre, tos, mocos. Ese puede ser el resumen de la guardia. Y es que los niños son una fábrica de mocos que en estos fríos meses de invierno funciona a pleno rendimiento. La diferencia estriba en necesidad de aerosoles, en que haya o no fiebre, en una auscultación que pueda parecer patológica y requiera radiografía ( en la menor proporción), pero más que nada, las madres (suelen ir más que los padres), acuden para tranquilizarse. No hace falta especializarse en niños para darte cuenta cuando un niño está realmente malo; uno cuando es residente tiene que conocer perfectamente sus límites y en esta rotación eso lo tengo claro y no jugaré a ser un House que se aventure con diagnósticos maquiavélicos, pero lo que si me creo en la obligación es tranquilizar y hacer entender que la patología catarral de ese niño no es Urgente, no precisa gravedad, dejando en todo momento claro nuevas instrucciones sintomatológicas que requieran nueva visita médica. Y así sin más, quizás “perdiendo” cinco minutos (explicando lo anteriormente explicando y no dejando dudas), y sin necesidad de pruebas complementarias que puedan resultarle violentas (analítica), o perjudiciales (radiografía) para el paciente puedes ver un número de pacientes impensable en las Urgencias del Carlos Haya donde el perfil del paciente difiere tanto, y exige, solicita y se empeña en pensar que sin su radiografía y analítica (como mínimo) no ha recibido una atención de garantías.

Aún se me escapan muchas cosas (sobre todo las lesiones dérmicas exantemáticas en los niños), y me cuesta aún ajustar la medicación según el peso de los pacientes; aún tengo que familiarizarme con esta nueva manera de hacer medicina que se compila en historias clínicas tan resumidas en comparación a las que te salían con un paciente pluripatológico entrado en años, pero a buen seguro que en estos tres meses que tengo por delante, y a costa de las muchas fiebre, tos y mocos y otra patología que veré, tendré la base suficiente para darme cuenta cuando una de estas criaturas que emanan mocos por la nariz con la misma facilidad que lágrimas por los ojos cuando son tendidos en la camilla para explorarlos mientras son desnudados sugieren algo más, o tener la certeza de estar ante algo normal. Pero para ello seguiré apoyándome en mis compañeros de Familia que rotan allí conmigo, en las residentes de Pediatría que van en parejas como la Guardia Civil, en los enfermeros que siempre te echan una mano cuando te ven sin mucha idea y en unos adjuntos que siempre te intentan poner buena cara cuando les pides ver a un niño

Definitivamente la Rotación promete


jueves, 2 de septiembre de 2010

Héroes Anónimos

(19 Agosto ´10)

El 5 de Agosto de 2008, uno de esos héroes anónimos, dejaba ese calificativo para coger el protagonismo que se merecía, unos honores que por desgracia no pudo disfrutar, su cuerpo inerte, flácido pero muy digno se esparcía en plena calle, debatiéndose en ese feroz debate que es la vida o la muerte. Ese desconocido al que todos admiramos, de profesión profesor y de apellido Neira, que arriesgó algo más que el poner la otra mejilla para defender a una mujer a la que desconocía pero a la que le debía algo (el respeto perdido por su pareja) que paseó sus carencias de plató en plató, previo desembolso millonario.

Cuántos anónimos profesores Neira habrá, cuantos desconocidos que día a día se merecen una gloria que les burla como respuesta; cuántas injusticias, cuánto dolor gratuito, tantos héroes sin voz ni voto que arriesgan su vida por la de los demás. Personas que el silencio ejerce de losa, que calla el desgarrador grito de valentía


Hoy, en plena guardia de Feria de Málaga, cuando la media noche empezaba a coquetear con la madrugada, he tenido la fortuna de conocer a un nuevo Profesor Neira, a uno de esos héroes que no copan portadas ni noticias de cabecera pese a ser mucho más dignos de tal honor que una clase política que se empeña en no dar soluciones y cuya única misión parece consistir en hacer preguntas y más preguntas que no esperan respuesta.


Mi anónimo valiente, el protagonista de esta entrada, no tiene nombre, porque nadie se lo ha querido dar, pero para mí, este héroe callado se merece el tributo a modo de entrada. Porque hay que ser muy hombre (en el sentido conceptual del género humano), para intentar apaciguar una pelea en plena feria entre dos desconocidos batidos en duelo, y encontrar como respuesta como una botella te parte la cabeza, el pómulo, y sobre todo, descuelga una ceja izquierda que desafía a la gravedad en tres colgajos multidireccionales que quedarán como recuerdo de por vida, y que cada vez que le devuelvan la mirada al mirarse al espejo, le harán sentirse orgulloso, porque el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional, y a buen seguro, que este joven que se ha convertido en princesa por un día, el orgullo podrá la batalla del quiero y no puedo
Desde aquí, todos mis honores a todos los profesores Neira de este mundo


viernes, 16 de julio de 2010

Primer regalo (no entregado)

22 Junio ´10

Las Guardias dan para bastante, para mucho diría yo. Anécdotas e historias se suceden con puntual rigurosidad. A todos nos ha pasado algo, o nos han contado, o hemos visto… ser médico en el servicio de Urgencias es como un parapeto, uno tiene que llevar un chubasquero y hacer oídos sordos y poner cara de póker escuche lo que escuche.

Varios compañeros han recibido ya varios “regalos” por parte de pacientes anónimos que agradecen la atención prestada, una tradición que viene de años atrás y que está en desuso. Yo lo más cerca que estuve de tal, fue con una paciente en el Centro Salud, que en plena tarde de estío del verano pasado, volvió a su casa para traerme un Actimel para tener una tarde más llevadera, uno de esos gestos simbólicos que se guardan en ese cajón de sastre de recuerdos que forjan el día a día, donde también hay hueco para esa paciente, que hincando previamente la rodilla y simulando al jurado de “Se llama Copla” ondeaba al aire una cartulina al aire mientras me decía que mi puntuación era de un 10.

Suelen ser bombones, o incluso alguna flor si ha sido una doctora la que ha encandilado al paciente. Pero como había dicho, hasta la fecha, muchos han sido los usuarios de las Urgencias que se habían ido agradeciendo mi actuación, con una expresión muy utilizada “Buen servicio”, pero nadie había certificado las atenciones con un detalle que llevar a casa, que comer o regar. Esa iniciación en el arte del regalo parecía tener las horas contadas. Cuando la noche se echaba, el calor en Málaga se escondía y con ello la gente decide acudir en patrulla a las Urgencias, el padre de un paciente con una gastroenteritis me pillaba por sorpresa:


- Doctor, ¿usted también es como los cardiólogos y no le gusta el Whisky?
Mi cara de asombro debió delatarme
- Si doctor, de esos médicos que dicen que no beben Whisky
- Efectivamente- fue mi respuesta- Yo no bebo Whisky, soy más de Ginebra
- ¿Y cuándo tendrá su próxima guardia?
- Este domingo, ¿por?
- Este domingo me va a ser imposible venir porque estoy de viaje, pero vendré el sábado y me encargaré de que sus compañeros de relevo le entreguen la mejor botella de Ginebra que hay en el mercado


Atónito y a la espera de acontecimientos, llegó la guardia del domingo, y en el relevo, tan sólo me pasaron pacientes pendientes de las pruebas complementarias, pero nada con lo que pasar el mal trago de una dura guardia, pero al menos me queda el detalle no consumado de mi primer regalo no entregado


martes, 25 de mayo de 2010

Última guardia en el Hospital Civil

Son las 4.30 de un lunes (ya martes) para olvidar en el Hospital Civil. Un día de tantos lunes que sirven para abrir una semana, que parece el pistoletazo de salida tras un finde de relajación tras el cual los pacientes parecen empeñarse en correr más rápido para estár mejor colocados
Pero dentro de los múltiples lunes en los que he tenido que trabajar de guardia, hoy no es uno más; es un nuevo alto en el camino, una nueva meta volante antes de llegar a esa desconocida meta final de la que no sabré ni cuándo ni donde

Hace ya doce meses realicé mi primera guardia en el Hospital Civil, esa especie de mercadillo ambulatorio en donde el residente se encuentra vendido en la trinchera de la consulta 2. Recuerdo aquel primer caso siendo un Dr. con consulta propia, una epicondilitis de la que apenas fui capaz de preguntar ni indagar.

Ha pasado ya un año, y al igual que el día inaugural, he compartido en adjunto la figura de Iván, que aquel día me recibió con un frío: "a partir de ahora eres tan médico como yo, así que ponte a ver pacientes", y hoy me ha despedido con un seco: "no te voy a decir que esta exploración es una mierda, pero lo es". 24 horas a pie del cañón, 47 pacientes vistos y me niego a irme con esa sensación agridulce. Quizás me podía haber esmerado más que: COC, BEG, BHyP,eupneico, PICNR, AC: aprecio taquicardia aprox 120lpm, no ingurgitación yugular... pero la clínica en principio era compatible con un cuadro de ansiedad en un paciente joven con episodios similares previos que remitían con autocontrol de la respiración, y que esta noche venían precedidos además de ingesta de tóxicos. Pese a ello, y para que no se escapara nada, he pedido un EKG que ha reflejado una taquicardia supraventricular a 190 lpm (a su llegada a Urgencias 110), que ha precisado administración de Adenosina e ingreso en Observación para realización de curva de enzimas cardiacas

Un año de luces y sombras al mayor desamparo posible; sin una tutela visible, sin compañeros residentes con los que hablar, con patologías que en la mayoría de nuestra carrera profesional sólo veremos aquí como son las urgencias tanto oftalmológicas como psiquiátricas de las que nadie nos ha hablado y de las que en la mayoría de las ocasiones hemos tenido que aprender por ósmosis o por generación espontánea

Hace 35 minutos que mi turno ha terminado, que tendría que estar durmiendo, pero quiero despedirme del Civil, al que volveré ya de R3 pero no a la puerta sino a la Observación, que puede llegar a ser lo mismo que una cornada para un torero, una herida de guerra, un trozo de metralla alojado en la bata a modo de parapeto

Dentro de cuatro horas, cuando me despierte para ir a la consulta de Medicina Interna en la que estoy rotando, quizás vea la vida de otra manera, quizás haya conseguido olvidar esa arritmia o ese alta en un paciente senil del que yo creía que se beneficiaria de ingreso en Observación o en un hospital periférico pero para el que todas las puertas a las que llamé se cerraron. Quizás el sol vuelva a salir y quizás no esté tan cansado como lo estoy ahora y vea que la vida no es solo pacientes y problemas


sábado, 1 de mayo de 2010

¿Me pasan con el jefe de la Guardia?

(1 Mayo ´10)

Como diría Forest Gump, el Civil es como una caja de bombones, nunca sabes con qué te va a sorprender. En una noche de viernes de luna llena relativamente tranquila, en la que tan sólo algunos petardos rompían la calma, el gordo de la traca estaba reservado para la hora límite, esa marca fronteriza de las 4:00h en las que el R1 cede el relevo al R4 y se va a dormir tras una larga jornada. En la pantalla del ordenador aparecía un nuevo paciente a las 3:40: motivo de consulta, Cuerpo Extraño en ojo izquierdo.

Temiendo por la integridad física y ocular, y desbordado por las múltiples peleas y agresiones que venían para ser valorados y acreditados mediante su parte de lesiones correspondiente, era hora de observar ese ojo. Hiperemia conjuntival, con lagrimeo excesivo y dolor ocular, sin apreciación directa de CE alguno, aunque el paciente comentaba tener una astilla. En principio nada por lo que alarmarse, pero pese a ello, decidí consultar con el Oftalmólogo de guardia, ya que mis conocimientos sobre la materia se limitan a conjuntivitis y poco más. Prescaína, Dexketoprofeno, Pomada Oculos epitelizante y tapar el ojo para acudir mañana por la mañana a Urgencias para nueva valoración por Oftalmología fue el tratamiento pautado por teléfono, ante lo que encontré un paciente que decía que no se iba de ninguna de las maneras sin ser visto por el especialista

Tras varias llamadas a tres bandas, éste seguía en su firme decisión de tratar para valoración dentro de 5 horas en Consulta; el paciente por su lado se encontraba empeñado en poner una reclamación; y yo mientras tanto en medio de una disputa telefónica de la que yo era tan sólo la única cabeza visible.

Así que sin comerlo ni beberlo, y a las 5:00h me encontraba hablando con el Jefe de la Guardia (algo así como el ser supremo con el que no es mejor hablar a lo largo de una Guardia) de nuevo vía telefónica, e interceptando entre el oftalmólogo y el paciente, viendo los disparos de un tiroteo que no era el mío pero en el que era el único que se encontraba en el campo de batalla. Tras idas y venidas, tras llamadas varias, tras dimes y diretes, el paciente fue valorado y tratado según había comentado el Oftalmólogo en un principio, y yo me acosté con la amenaza de una reclamación indirecta, y con la sospechosa satisfacción de haber conocido la voz de esa enigmática figura que es el Jefe de Guardia de la que tan sólo los osados o los incautos tienen el honor de haber escuchado.

Si a quién madruga Dios le ayuda, ¿qué pasa con los que se acuestan tarde?


miércoles, 20 de enero de 2010

Violencia de Género: mi primer gran debate ético


Hay cosas que no vienen en los libros, emociones que no se pueden aprender en horas y horas de estudio en frías bibliotecas. Y es que la Medicina es un arte dual en el que la mayoría de las veces como diría Voltaire, “el arte del médico consiste en mantener entretenido al paciente mientras la naturaleza va curando su enfermedad”, pero en otras, la relación médico-paciente, esa empatía de la que tanto se habla es capaz de despertar en el interior de uno la chispa de la intriga y hacer quitar burkas, máscaras y velos que esconden terribles verdades que se disfrazan en falsos motivos de consulta.

En un día intenso de guardia, en el que tres de mis pacientes tuvieron que pasar urgentemente por quirófano y siete tener que ser ingresados en Observación o en las respectivas plantas debido a la gravedad de sus enfermedades, iba a tener un caso capaz de eclipsar al resto del día, uno de esos casos que sin saber cómo ni por qué, consiguen encender las alarmas y hacer sonar unas bocinas silenciadas ante el stress y la obligación de ver a un paciente tras otro.

Siempre habían dicho que la anamnesis, la entrevista clínica y la observación visual eran iguales o más importantes a la hora del diagnóstico que las futuristas pruebas complementarias de imagen, que etiquetan, que ven lo que se escapa a los ojos humanos. Siempre lo había escuchado, pero esa sentencia la tenía puesta en duda, pero me estoy dando cuenta que en esto de la Medicina, no siempre se cumple el dicho de que ojos que no ven corazón que no siente.


Tras llamar a una paciente, me encuentro a una mujer nauseosa, con vómitos continuos de rostro desencajado, que acude junto a su pareja que la sostiene del brazo con cara de extrema preocupación, mientras le cuesta andar para llegar hasta la consulta. Tras las presentaciones iniciales, uno se encuentra con que la paciente ya había estado en Urgencias cuatro días antes, fenómeno que siempre incomoda debido a que suelen ser pacientes rebotados que ya han esperado horas de espera y a los que el tratamiento no termina de hacerle efecto, o que arrastran un diagnóstico erróneo. Mi nueva anónima paciente acudía por un dolor de cabeza que no cedía con la medicación, mareos, vómitos y parestesia de hemicara izquierda, teniendo como antecedente un traumatismo craneoencefálico el día que acudió con anterioridad a Urgencias en el que se le hizo una radiografía y se le descartó cualquier fractura ósea. Ante la nueva clínica que se había iniciado hace horas, uno siempre tiene que ponerse en lo peor, y sospechar en una hemorragia cerebral secundaria al traumatismo, que suele dar la cara 48-72 horas después del traumatismo inicial.

Pero los síntomas no lo son todo: intentando profundizar en la historia contada, observé como la paciente, cada vez que le preguntaba contra que se había golpeado, ante lo que se limitaba a contestar que había sido ella mismo, se despertaba un nerviosismo e incluso llanto a la hora de dar la respuesta. ¿Intento autolítico? Es posible: uno ya ha visto que hay gente desesperada, deprimida, capaz de hacer cosas que se escapan a la mente humana. Pero en la visión de espectador de lujo que tenemos los médicos, capaz de presenciar relaciones interpersonales de gente que desconocemos, uno puede dar detalles que se escapan a simple vista. Mientras la paciente hablaba, lloraba y vomitaba en consulta, me llamó sospechosamente la actitud de su pareja, que se empeñaba en mostrar su aprensión, acariciándole el pelo, dándole unos ánimos que sin saber cómo ni por qué no me parecían sinceros. Como en el cuento infantil, parecían migas de pan en un camino secreto que me parecía estaban ocultando, un camino que terminó por alarmarme en una de las veces que la pareja de la paciente se dio la vuelta para coger papel para limpiar a la paciente, en la que vi como la mirada de esta se volvía fría como un témpano y al menos, en lo que me pareció crucificaba a su acompañante, que en todo momento se mostró preocupado en la Consulta.

Tras horas de espera y un TAC tranquilizador en el que se descartaba lesión interna, quería ser capaz de quedarme a solas con una paciente que tenía en su pareja a una sombra que siempre estaba a su lado. Tras consultar con los Adjuntos la sospecha de una posible violencia de género, éstos me indicaron que en plena jungla de la Policlínica esos menesteres se escapaban de la misión del médico, pero yo no me quedaba tranquilo dando el alta a una paciente sobre la que sospechaba una duda, y no quería llevármela a casa con la eterna duda, así que previo consultorio con mis compañeros residentes, volví a meter a la pareja en la consulta para explicarle que todo estaba bien, sin saber exactamente cómo iba a poder quedarme a solas. El médico tiene que ser a veces un buen actor, y haciéndome el despistado le indiqué al acompañante que me haría un gran favor si acudía a enfermería para que le dieron un analgésico para aliviar los dolores de la paciente: como sospechaba y en su intento por mostrar su preocupación, el pez mordió el anzuelo y tuve cinco minutos para quedarme cara a cara con la paciente. Tras indicarle que si quería contarme algo, que si necesitaba algo, que si podía ayudarle, la paciente rompió a llorar, y mirándome a los ojos me dijo que sabía por dónde iba, y tras unos eternos segundos de silencio me reconoció que su pareja le había agredido. A uno que nunca se había enfrentado con la dura realidad del maltrato, no sabía cómo afrontar un tema tan delicado como este, así que dejé de hablar como persona con bata y fonendo y le intenté hablar de igual a igual, de tú a tú, aconsejándole que tenía que denunciar, que podíamos ayudarle, a lo que la paciente se negó debido a que por si religión musulmana si denunciaba y se enteraba su familia se iban a desencadenar una serie de peleas y agresiones que prefería tapar. Los médicos no somos nadie para imponer decisiones, y mucho menos en algo tan privado en una lacra como esta, pero tras hablar sinceramente con ella, acordamos una cita con Salud Mental a la que podría acudir sola para hablar sin prisa pero sin pausa con un profesional que sin duda pudiera orientarla en sus miedos para intentar poder reconducirlos, ante lo que la paciente parecía encantada y agradecida.

Pero la consulta no iba a ser un eterno confesionario y la puerta se abrió para que la pareja entrara de nuevo rompiendo un clima de confidencia. Llegaba el turno de dar un alta no explícita para dejarle las migas de pan al especialista que recibirá si todo sigue su curso natural a la paciente, para no quedar escrito tal cual en un papel que puede caer en manos de su pareja. Llegaban el turno de las despedidas y la pareja me tendió su mano agradeciendo el servicio prestado, mano tendida que uno tiene que recoger, y respondiendo las gracias de una paciente con un sincero abrazo, una paciente que no salió curada, pero que al menos quizás empezó a encontrar luz en un túnel demasiado oscuro para esos protagonistas anónimos que llenan las listas más vergonzosas de una de las lacras que lastran a una sociedad enferma.


Un caso entre otros, pero mi primer caso en el que realmente se me abre un debate ético. Y es que hay lecciones que no se aprenden en los libros y con este caso di un máster acelerado de la Medicina, la ética y me replanteó cuántos pacientes pueden acudir a consulta médica para intentar recibir una ayuda que por diversos motivos pueden esconder en un silencio anclado por el miedo, y del que por desgracia, muchas veces somos incapaces de destapar.



miércoles, 13 de enero de 2010

32 Horas o cómo no dormir en el intento

(12 Enero ´10)


Hay un derecho en el ámbito de los residentes, que escrito o no se suele cumplir con fervorizada religiosidad, que no es otro que tomarse el día después de una guardia de 24 horas como Saliente, en la mayoría de los casos tirados en el sofá, en otros, directamente en la cama y los más osados incluso se atreven a hacer vida normal y entrar y salir si las ganas se lo permiten.

Pero hay casos en los que uno no se puede tomar un saliente, bien sea por sugerencia del propio servicio, o por responsabilidades laborales adquiridas ante unos pacientes que no pueden esperar a tu descanso, o como fue en esta nueva experiencia para mí como un capricho del calendario rotacional, que tiene un Enero cogido en alfileres entre Navidades, asuntos propios, guardias y salientes. A modo de gratitud y como en los pocos días que he asistido a la Unidad de Paliativos me he sentido como en casa, me vi auto-obligado a no tomarme el saliente y empalmar una buena “fiesta” a modo de guardia, para con la resaca propia de las grandes noches enganchar con una jornada laboral que resultó ser una pequeña tortura china, y es que para poder aguantar 32 horas trabajando tan sólo habiendo dormido tres horas (que se ven reducidas en noches como ésta en la que te toca un tenor de turno que con sus ronquidos hace tambalear las literas del cuarto de residentes) hay que entrenar y hasta la fecha no lo había realizado y creo que no lo realizaré.

Como no estaba para muchos trotes y pasar la planta es algo más estático, decidí salir a realizar los avisos domiciliarios de pacientes terminales, un pequeño descanso, ya que entre paciente y paciente, entre visita y visita daba una cabezadita que me daba la vida antes de ver a unos pacientes que por desgracia ven como la misma se les escapa de las manos, entre las risas de un adjunto que me veía dar cabezadas con alto riesgo de luxación cervical.

Guardia, trabajo y como guinda al pastel, acudir a una Sesión de Medicina Basada en la Evidencia, en una misión no apta para corazones dolientes… menos mal que este fin de semana, y a modo de kit-kat estará Liverpool que nos espera con su glaciar bienvenida a modo de frío y nieve

lunes, 4 de enero de 2010

El año promete

(escrito el 3 de Enero ´10)

Si se cumple el dicho de que lo que mal empieza mal acaba, el 2010 a nivel laboral puede ser de traca si nos atenemos a la Guardia del día 2 que estaba marcada en el calendario bajo un halo rojo intenso en ese Hospital Civil que es la nodriza malagueña.

Todos los factores se habían encadenado: dos días seguidos de fiesta sin centros de salud, que el cielo diera una tregua, dejara de llover y luciera un sol radiante, y venir de una Nochevieja de esas para recordar aún en estado semiestuporoso, eran los ingredientes perfectos para hacer de la misma una guardia dura, pero como defiende Murphy, cuando algo va mal puede ir peor, y así fue, con una mañana de calma tensa, una tarde de no parar, una noche con la lengua fuera, y directamente una madrugada para ponerse un Diacepan de 10mg sublingual y olvidar.

Y es que se nota cuando uno puede trabajar relajado a cuando la lista de espera que se agolpa detrás de la consulta se hace interminable. Para servidor, que tiene una media digna de entorno los 30 pacientes vistos por Guardia, ver 44 marcaba un hito a destacar para empezar un año en el que poco a poco habrá que ir cogiendo más responsabilidades

Y especial stress da en lo referente a las Guardias del Civil el rango de entre las 3 y las 4 de la madrugada, hora a la que los adjuntos se van a dormir y te dejan como única cabeza galénica presente, pero el día aún tenía un anticipado regalo de Reyes esperándome: las adjuntas (plantel íntegramente femenino) decidieron irse media hora antes ya que debían de ser las únicas que estaban cansadas, y la gente que parecía oler la sangre en el ambiente, decidió misteriosamente que esas horas de la madrugada debían de ser las idóneas para precisar asistencia médica, así que los pacientes empezaron a agolparse en la sala de espera apareciendo hasta 12 pacientes en pantalla para una única bata que no daba abasto, y que en vez de abandonar el barco hasta las cuatro, hora a la que te dan el relevo para dormir, se quedó emulando a los músicos del Titanic y estuvo hasta las 5:30h tocando de la mejor manera la partitura que los pacientes traían consigo


Llevamos sólo dos días del 2010 pero como decía Mecano, hoy no me puedo levantar

lunes, 7 de diciembre de 2009

Hasta los pacientes se han ido de puente

Decía una película que "todo poder conlleva una gran responsabilidad", pero desgraciadamente, ni somos superhéroes ni nunca lo seremos, ni optamos a serlo, pero en cambio nos vemos en la obligación moral de trabajar cuando la mayoría de los mortales descansan.

La Navidad se aproxima, y muchos de mis compañeros se verán en la obligación laboral de dejar a un lado banquetes al calor del hogar familiar para pasar esos días en compañía de un Hospital que amenaza con convertirse en parte cardinal, en un compañero pegajoso de viaje del que a veces gustaría poder soltarse. A servidor, que no le ha tocado ningún día de los gordos de Navidad, le tocaba, como a muchos otros, trabajar en un largo puente de Diciembre, que debido a esa Diosa fortuna de las Guardias, se ha visto hecho añicos, ya que trabajar justo el domingo, es lo peor que puede pasar en un puente de cinco días, pero una vez asimiladad la realidad, uno tiene que resignarse y aceptar el presente que le ha tocado vivir, una decisión tomada hace tiempo y que imparte una de cal y otra de arena con inusitada frecuencia

Un día atípico este del domingo de puente, ya que hasta parece que los pacientes se pensaron mejor eso de estar enfermos y decidieron que muchos de sus males podían esperar a que este puente pasara de largo, ya que sin duda, y hasta la fecha, fue la guardia más tranquila, donde tan sólo 240 usuarios decidieron invertir parte de su tiempo libre (siempre desde el respeto y el cariño de aquella gente que realmente acude a Urgencias porque lo necesitan) y pasar un día de ocio y descanso esperando pruebas de imagen, analíticas y consultas.


Nos vemos en el Hospital, donde si no...


viernes, 4 de septiembre de 2009

Guardias Centro de Salud

(escrito el 30 de Julio ´09)

Acostumbrado a ponerme el pijama blanco e ir con la lengua fuera, uno agradece sobremanera su primera guardia realmente tranquila, al calor del hogar, en ese Centro de Salud de la Palmilla con fama de chico malo, pero que hace pasar tardes de calma chicha, que dan lugar para el descanso, e incluso para estudiar y seguir formándose, algo que desde que empezó esta aventura ha sido difícil (por no decir imposible) de compaginar ante el aluvión de acontecimientos que se suceden sin dar una tregua.

Las Guardias del Centro de Salud son el meridiano opuesto a las vividas en el Hospital donde el tráfico se convierte en un ir y venir continuo de problemas que hacen que durante 24 horas no tengas tiempo para pensar en los tuyos. En el Centro de Salud todo es distinto: en la trinchera climatizada que es esa sala de estudio a modo de Biblioteca, uno espera durante toda una tarde a que el teléfono suene y reciba la señal de que un paciente ha llegado a la Consulta 20, ese coso donde uno puede coger el capote y lidiar peleas y problemas varios, que suelen venir con las manos bien juntas y con una pareja del cuerpo Nacional de Policía a modo de escolta.

En ese debut casero, la Guardia fue de las buenas; la tarde del cierre de Julio tan sólo tuvo tres visitantes, todos ellos de causas menores, y sin la responsabilidad que azota continuamente en el Hospital de referencia. El Centro de Salud es el nexo de unión, el filtro primario e imprescindible, ese paso previo que te da la tranquilidad de no tener que actuar de manera precipitada, ya que ante la duda siempre habrá una ambulancia a la puerta del Centro, y un R1 en las Urgencias del Carlos Haya, que con su mejor cara, esperará un puro venido de uno de los muchos Ambulatorios de una Málaga, cuna de esta nueva hornada, que poco a poco va quemando etapas, sin prisa pero sin pausa

sábado, 22 de agosto de 2009

Guardias por un Tubo: la Cuesta de Agosto

(escrito el 28 Julio ’09)

En el argot economista, hay una temida cuesta, la de Enero, ese duro mes en el que tras la pomposidad de la Navidad, los bolsillos se resienten y se entran en unos días de austeridad y tender la ropa antes mojada. Hay otro argot, el del Residente, que desconocía, pero que ya no se me olvidará, la temida cuesta de Agosto, esa rampa pronunciada a modo de multiplicaciones para cubrir las vacaciones de los muchos compañeros que inician un merecido descanso en este mes. Guardias y más guardias que se suceden y se convierten en la dinámica de unos compañeros que a base de intensas 24 horas nos estamos convirtiendo en amigos.


Desde el 28 de Julio al 20 de Agosto, día en el que comenzaré mi efímero descanso de dos semanas, tengo 8 guardias, un mete-saca no orgásmico que me hará vivir un atípico mes de Agosto, lejos de playas, piscinas, descanso y estudio, y me enclaustrará en la jungla del hospital, en ese ir y venir de pacientes, en ese artificial aire acondicionado que mitigará el calor de una Málaga que renace en verano, y de la que tendré que ser un espectador cuando las obligaciones me lo permitan.


A fin de cuentas el tiempo es relativo, y seguro que se encontrará un hueco para alguna que otra escapada, como Nerja, Rincón de la Victoria… un nuevo concepto de verano aún por descubrir pero seguro que recordado, el primer verano trabajando. Seguimos creciendo…