(escrito el 26 de mayo de 2009)
Debo de reconocer, que a bote pronto, la buena nueva no me hizo ni ilusión ni levantó en mi interior ninguna inquietud dormida. Cuando uno termina la carrera de Medicina, entretenida, variopinta y difícil, y pasa la gota gorda del MIR, lo que menos se espera es que el segundo día oficial de trabajo se lo pase en la puerta, a modo de hombre escaparate o de comercial del círculo de lectores. Por momentos uno piensa que el Lucas (día de las novatadas para los primerizos estudiantes de Medicina) había cambiado su lugar en el calendario, de Octubre a Mayo, y es que lo que sentí cuando a las 8:00 am, con prontitud y alevosía, recibí la noticia de que tenía que captar a aquellos fumadores que acudieran al centro que estuvieran interesados en dejar de fuma, es difícil de plasmar en líneas de papel.
Debo de reconocer, que a bote pronto, la buena nueva no me hizo ni ilusión ni levantó en mi interior ninguna inquietud dormida. Cuando uno termina la carrera de Medicina, entretenida, variopinta y difícil, y pasa la gota gorda del MIR, lo que menos se espera es que el segundo día oficial de trabajo se lo pase en la puerta, a modo de hombre escaparate o de comercial del círculo de lectores. Por momentos uno piensa que el Lucas (día de las novatadas para los primerizos estudiantes de Medicina) había cambiado su lugar en el calendario, de Octubre a Mayo, y es que lo que sentí cuando a las 8:00 am, con prontitud y alevosía, recibí la noticia de que tenía que captar a aquellos fumadores que acudieran al centro que estuvieran interesados en dejar de fuma, es difícil de plasmar en líneas de papel.
Pero pongamos en situación, que si lees esto de sopetón puedes sentir lo mismo que sentí yo cuando me entregaron todo el material y me soltaron a los miuras a los que recibía en puerta gayola (hace falta ser torero como diría el bueno de Chayanne). El día 28 de este Mayo que ya languidece en plena decadencia, es el día mundial contra el tabaco, y desde el Centro se ha intentado fomentar y potenciar una de esas verdades universales que los niños dicen convencidos, eso de que fumar es malo, y que con el paso de los años se convierte en un vicio al que es difícil esquivar en su silencioso acecho.
En los momentos que sucedieron al mandato de intentar captar simpatizantes entregados a la causa, a los que teníamos que informar e intentar motivar para que asistieran al cursillo que iba a empezar este miércoles, uno se siente algo frustrado. Tras la toma inicial con el fonendo, el otoscopio y el Diraya, uno siempre acude a su segundo día de trabajo con la idea de seguir el ascenso a esa cumbre onírica que inspiran los Houses de turno; esperas el cuerpo a cuerpo, las exploraciones de garganta, el oír el relato de una “clientela” que es un reguero constante en la consulta, por lo que estar en la puerta al principio te hace sentirte como un vendedor del Círculo de Lectores, como un mero contador de historias, como un agente de seguros que intenta acaparar clientes a una empresa que no es la suya. Esperas que te cuelguen el cartelito de inocente-inocente, que salga alguien riéndose de ti y de esas dos compañeras palmilleras que poco a poco nos fuimos soltando el pelo e informando y alistando a muchos interesados.
Cuando pasa el tiempo, te das cuenta que todos los caminos conducen a ese océano global que es la Medicina, un ente tan grande que tiene infinidad de afluentes, de desembocaduras que terminan por formar esa parcela infinita de agua, que cada gota es imprescindible para que el mar sea mar, que hay muchos caminos pero tan solo un destino. No todo se resume a diagnósticos, a tratamientos o a pruebas excelsas. El trato con la persona, esa empatía invisible que no se puede comprar ni imponer, se puede empezar a construir en días como hoy, en los que crees que nada puedes aprender, en los que lo ves todo negro. Y es que la calle puede ser muchas veces la mejor facultad, esa escuela que es la vida y que te puede dar las mejores lecciones. Escuchar los problemas de la gente, ver como se abren ante una bata primeriza adornada por una etiqueta que dice: “Médico Interno Residente”, te hace ver las cosas con otro prisma, y te hace cambiar ideas. Ser un mero comercial del Círculo de Lectores no está tan mal; la Medicina es un engranaje, y lo importante es ser un eslabón de esa cadena que la formamos todos (como Hacienda). Imitar por un día a Manuel Torreiglesias (Saber Vivir) no está tan mal como puede parecer en un principio, ni es una broma pesada, ya que como se dice, prevenir es la mejor solución para erradicar los problemas
En la mañana de este martes, mis libros fueron esos anónimos pacientes que acudían con sus problemas y sus enfermedades a sus centros, y que recibieron las preguntas y la información de tres Médicos Internos Residentes que siguen pasito a pasito recorriendo el camino hacia la meta.
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