domingo, 14 de junio de 2009

Jugando a ser Dios

(escrito el 12 de Junio de 2009)




Todos los cuentos suelen tener un final feliz en el que sus protagonistas, previa sonrisa en rostro, comen perdices y fueron felices. Una narración que sigue una trama argumentada desde sus orígenes: una introducción en la que se adentra la historia en sí, un nudo en el que casi siempre parece que el malo va a ganar, y un final en el que los sueños del malvado se desvanecen para vanagloriar a un protagonista que siempre acaba con sus objetivos, que en la mayoría de las ocasiones, se sellan con un beso de su amada. Siempre se recuerda el resultado final, ese colorín colorado que hace perder el sentido global de las situaciones. Todo acaba porque antes ha empezado, y casi siempre, ese punto de partida es el gran olvidado cuando uno alcanza cotas que por lejanas y ansiadas, son capaces de eclipsar los pasos con los que se he conseguido alcanzar esa meta.



La vida está marcada de día señalados en el calendario, en ese conjunto de efemérides personales que serán recordadas y contadas cuando bastón en mano, paseemos con esa torpeza tan propia que da el paso de los años, una experiencia que será el mejor regalo que se le puede dar a aquellos que quieran escuchar.




La vida es el compendio continuo de primeras veces, de vencer mitos y superar el miedo a lo nuevo, al abismo de lo desconocido. La semana pasada tuve como ya he contado en este blog, mi primera prueba de fuego, la primera Guardia de las muchas que me esperan en un futuro que ya se ha hecho presente. Una toma de contacto que no era nada más que un aperitivo, ya que todo el día tuve a mi lado a mi mecenas, a ese R2 de turno que en mi caso fue Tudor, que por su desparpajo parecía ser adjunto, si se comparaba sobre todo con los nervios del novato primerizo que veía como los acontecimientos se concatenaban en su vida sin ser capaz de tomar las riendas. Aprovechando símiles taurinos, de los que voy a recurrir a dos: “quién no se arrima no abre la puerta grande”, y “hay que coger el toro por los cuernos”, compararé la realidad en la que vivo inmerso. No tiene sentido dilatar lo inevitable, alargarlo como un chicle; es mejor romperlo con intención, que dejar que las leyes de la física tomen el mando y terminen por fragmentar la goma de mascar.



Llegaba el turno de perder la “virginidad”; seis años y medio de mucho estudio, de enfrentarme constantemente a esos pacientes imaginarios que se agolpan en libros y apuntes, en horas tostándome bajo un flexo, en años de prácticas en las que nunca fui el actor principal ni siquiera secundario, de ser el telonero de una función a la que estaba llamado a actuar. Ese día en el que iba a penetrar ese himen inmaculado con la realidad, tenía fecha y lugar, en un caluroso jueves 11 de Junio en las Urgencias del Hospital Civil de Málaga. 24 días dan para mucho, pero en mi caso, las de este jueves estival sirvieron para demostrarme a mí mismo que querer es poder. Tras medio día de margen en el que aprendí a utilizar los novedosos programas informáticos con los que está protocolizado el servicio de Urgencias del Hospital Civil ( y de los que algún día hablaré detenidamente), llegaba el turno de desenfundar el fonendo sin más ayuda que los conocimientos de los que uno está continuamente dudando tener, de dejar de ver los toros desde la barrera y saltar a ese albero, a esa escuela de la vida que te curte, a esos miuras llamados pacientes, a esa realidad que he ido esquivando y que ha terminado encontrándome en mi intento de ganarle la partida. La luna estaba quitándole protagonismo a un sol cansado de lucir por este día, cuando por fin me sentí un médico de verdad (verde e inexperto, pero médico a fin de cuentas). Cuando uno, acompañado con la soledad feroz que es el miedo a no estar a la altura descuelga el teléfono y marca el 21 para hablar con el celador para decir que pase a su primer paciente a la consulta 7 en la que esperas con más angustia que el propio enfermo, uno siente que algo ha cambiado en su vida. La responsabilidad significa libertad, por eso, la mayoría de los hombres le tiene tanto miedo. Y es que ser responsable significa odiar la ignorancia y luchar por tus sueños y futuros.



Esa lucha empezó este 11 de Junio, y acabe como acabe el cuento, éste será mi “Érase una vez un joven soñador cansado de tanto soñar…”. El día en el que por primera vez me sentí realizado profesionalmente, en el que por primera vez me llamaron doctor, en el que por primera vez me dieron las gracias por los servicios prestados, en el que por primera vez sentí, que el esfuerzo termina dando un fruto por el que merece la pena aferrarse a los sueños.

Quiero dejar mi último mensaje del día con la metáfora (cómica, todo sea dicho) de este video. Como se argumenta en el mismo: si quieres puedes. Yes, we can!!!!




3 comentarios:

  1. Me ha gustado tu expresión "esperaba al paciente con más angustia que el que trae él a la consulta" jajaja

    Muy descriptivo, jeje

    ResponderEliminar
  2. Por fin llego tu hora y tus sueños se han cumplido y hecho realidad y has confirmado la alternativa que tanto soñabas,¡ahora si es verdad que eres un "torero"!DOCTOR ENHORABUENA, Un Beso

    ResponderEliminar
  3. esto te lo miro cuando me acuerdo de tus blogs

    Vaya primo que tengo

    www.fotolog.com/miw3l (yo sq soy mas de flogs que de blogs) Añadelo a tus enlaces si quieres

    Y nada que un primo esta muy orgulloso de su otro primo :P

    ResponderEliminar