(Febrero ´12)
El
invierno es mal periodo para los pacientes con patología pulmonar y Febrero,
pese a ser el mes más corto quizás pueda ser el más fiero para este tipo de
pacientes, que normalmente son personas mayores enganchados a la mejora
momentánea del aerosol de turno que no saben utilizar del todo bien o adictos a
pautas de antibióticos y corticoides que se suceden a lo largo de los meses
fríos.
En
una de las múltiples guardias que suceden de manera monótona pero que siempre
aportan algo, allí estaba él: con su indumentaria de hombre curtido en
experiencias vitales ancladas como posos de café, con sus tirantes sobre la
camisa a juego con el jersey que su mujer le sigue preparando cada día. Con su
hirsuta cabellera despoblada y la tonalidad azulada de sus labios que hacían
indicar la dificultad para que su sangre se oxigenara correctamente. Un nuevo
caso de reagudización de enfermedad
obstructiva pulmonar crónica (EPOC) que luchaba contra el desafío que sus
bronquios le planteaban en la tarde de esa ya lejana tarde de Febrero, mientras
movilizaba la musculatura abdominal para intentar facilitar la entrada de
oxígeno a sus pulmones.
El
tratamiento tantas veces prescrito. La aerosolterapia pertinente, el corticoide
de acción inmediata secundado por una pauta mantenida y el antibiótico en
función de la clínica acompañante… La radiografía de tórax, el control
analítico, el ver la evolución, la posibilidad de solicitar la valoración por
parte de Neumología y el ingreso o el alta en función de todo esto.
Pero
este paciente (de cuyo nombre quiero acordarme) iba a buscar atajos a este
procedimiento laberíntico. Ya tras la valoración inicial me planteó su deseo de
irse pronto a casa, un deseo que pareció calmarse tras mis explicaciones y la
conveniencia de permanecer en el sillón de la Observación mientras la
medicación le hacía efecto.
Llegó
el horario de la visita y allí que acudió su esposa, con su porte elegante de
mujer clásica y educada. Su vestimenta acorde con la época vivida y aprendida,
su pelo cardado ayudado por la laca, su extrema educación. Pese a llevar tan
sólo unas horas ingresado, la visita dio para intercambiar impresiones y
ponerse al día. El paciente que de nuevo mostró su idea de irse para casa
recibió la respuesta de su mujer que se puso de mi parte y le hizo ver que
tenía que pasar la noche en Observación.
La hora del adiós, el beso de afecto
y el hasta mañana...
La
media noche que se ve decorada por una luna libre de nubes. El paciente que
decide “desobedecer” los consejos y muestra su deseo del alta mientras se levanta del
sillón y se quita la vía venosa.
-
Lo siento mucho Doctor pero me voy a casa. Firmo
lo que haga falta y me voy.
Una
auscultación que seguía siendo patológica con ruidos abundantes que indicaban
que aún tenía que seguir con el tratamiento inhalado e intravenoso.
-
Mire Doctor, nunca he dormido separado de mi
mujer, y además esta noche nos quedamos cuidando de mis dos nietos. Tienen 2 y
5 años. Mi mujer me necesita en casa. Espero que no se cabreé pero me quiero ir.
La
primera vez en tres años de residencia que me firman un alta voluntaria. La
sensación de impotencia por ver que es muy probable que el paciente no mejore y
incluso vaya a peor. El nuevo tratamiento que le explico mientras me intento
asegurar que lo entiende y la sensación de impotencia que da el ver como el
paciente se va en un carrito empujado por un celador con su cara de perdedor
victorioso mientras pienso en el alta voluntaria que acabo de dar y miro con
orgullo el amor que no entiende de edad, hacia su mujer y sus nietos, hacia sus
valores y de las lecciones que cada día te dan personas que durante un momento
son el eje de tus preocupaciones pero que al salir de la guardia suelen
desaparecer de la mente, aunque en noches como esta vuelvan a aparecer en tus
pensamientos como un oasis en pleno desierto.
20 POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA (POEMA 20)
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda
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