(18 Febrero ´10)
Los medios, la cultura popular han tendido a menospreciar la labor asistencial del médico de hoy en día. Hace tiempo que dicha figura quedó relegada en el eslabón del status social, no siendo más que una persona con bata a la que se le puede llamar: chaval, rubia, monstruo, viejo u otros calificativos del estilo. Las series de Tv han podido influir en la falsa creencia que poco a poco se ha ido formando, pero lo cierto es que lejos de la imagen que se puede transmitir de cara al espectador, la profesión médica tiene que acostumbrarse a vivir en el alambre
Todas las mañanas, a las 8:15h, el Servicio de Urología se despierta con una sesión clínica, donde o bien se habla sobre un artículo científico, sobre un estudio, o se comentan los casos más significativos de las últimas 24 horas. Pero para sorpresa de un legañoso servidor, en el día del pasado jueves me encontré una sorpresa que me hacía abrir los ojos a la cruda realidad: en nuestro trabajo, la muerte es una realidad. Acostumbrado a ver en la sala de juntas tan sólo a los urólogos de turno, sorprende ver la “platea” llena de espectadores: cirujanos, urólogos, anestesistas, el director médico… algo debía haber pasado para dicha marabunta.
Y efectivamente, ese algo tenía nombre y apellidos, y en la tarde de ayer, tras una intervención quirúrgica sin aparente dificultades, la paciente entró en shock séptico y falleció
Acostumbrados a la figura alegre del paracetamol y el agua, de que todo sea inofensivo, una muerte “inesperada” como esta te hace no poder bajar la guardia, ya que todos los actos humanos traen en sí un riesgo. Lo ponen en los consentimientos informados, esos que no se leen pero que lo indican: en todos los actos médicos, por inofensivos que parezcan, hay un riesgo de crear un daño, en la mayoría de las ocasiones remontables, pero en otros, como por desgracia el que es motivo de esta entrada, insalvables.
Y es que las series de Tv, las noticias de prensa, no recogen sesiones como las de esta mañana, entra las que cada persona que actuó en el proceso da su opinión y se intenta llegar a un consenso del por qué, y sobre todo intentar buscar soluciones (si las hubiera, ya que no siempre las hay ya que el resultado puede ser inherente a una correcta praxis médica) para que casos como este no vuelvan a repetirse, o lo hagan tan sólo motivados por ese destino fúnebre que parece acompañar a ciertas personas
Todas las mañanas, a las 8:15h, el Servicio de Urología se despierta con una sesión clínica, donde o bien se habla sobre un artículo científico, sobre un estudio, o se comentan los casos más significativos de las últimas 24 horas. Pero para sorpresa de un legañoso servidor, en el día del pasado jueves me encontré una sorpresa que me hacía abrir los ojos a la cruda realidad: en nuestro trabajo, la muerte es una realidad. Acostumbrado a ver en la sala de juntas tan sólo a los urólogos de turno, sorprende ver la “platea” llena de espectadores: cirujanos, urólogos, anestesistas, el director médico… algo debía haber pasado para dicha marabunta.
Y efectivamente, ese algo tenía nombre y apellidos, y en la tarde de ayer, tras una intervención quirúrgica sin aparente dificultades, la paciente entró en shock séptico y falleció
Acostumbrados a la figura alegre del paracetamol y el agua, de que todo sea inofensivo, una muerte “inesperada” como esta te hace no poder bajar la guardia, ya que todos los actos humanos traen en sí un riesgo. Lo ponen en los consentimientos informados, esos que no se leen pero que lo indican: en todos los actos médicos, por inofensivos que parezcan, hay un riesgo de crear un daño, en la mayoría de las ocasiones remontables, pero en otros, como por desgracia el que es motivo de esta entrada, insalvables.
Y es que las series de Tv, las noticias de prensa, no recogen sesiones como las de esta mañana, entra las que cada persona que actuó en el proceso da su opinión y se intenta llegar a un consenso del por qué, y sobre todo intentar buscar soluciones (si las hubiera, ya que no siempre las hay ya que el resultado puede ser inherente a una correcta praxis médica) para que casos como este no vuelvan a repetirse, o lo hagan tan sólo motivados por ese destino fúnebre que parece acompañar a ciertas personas
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