martes, 4 de agosto de 2009

Avisos Domiciliaros: en el corazón de Palma-Palmilla

(escrito el 20 de Julio 2009)

Se dice, se rumorea, se cuenta, que la Palmilla tiene el dudoso honor de estar compitiendo por el top ten de los barrios más inhóspitos del mundo. El Bronx newyorkino, las 3000 viviendas de Sevilla… son algunos de sus contrincantes, o al menos eso es lo que la fábula contaba.

El caso es que hoy se cumplen dos meses desde que desembarqué en el Centro de Salud de dicha barriada, y hasta la fecha no había tenido el privilegio de adentrarme en el corazón de la Palmilla, ese recóndito lugar en el que el tiempo parece anclado a unas marras pesadas que lo postran a la dejadez, donde el tiempo parece detenerse ante la dejadez de una población resignada a su sino.


Mucho había escuchado sobre lo que me esperaba al comenzar la residencia tras (hasta la fecha) la acertadísima elección del Centro de Salud. Mucho había también visto ante lo que me esperaba (especial Callejeros), pero lo cierto es que hasta la fecha, mi vida en el barrio tan sólo se limitaba a un consistorio ubicado junto a la carretera, encuadrado entre un cónclave de lujo, escoltado a ambos flancos por el estadio de fútbol de la Rosaleda y por el otro por la Comisaría de Policía, y a los escasos 100 metros que separan del Centro de la Tercera Edad donde suelo desayunar. Una muestra demasiado pequeña para poder definir a un barrio con fama de duro, que hasta ahora mostraba su fama de tipo malo en algún que otro paciente con ganas de bronca, con maldiciones ante la no concesión de los caprichos a los que el actual sistema sanitario parece obligado a conceder, ante esa mezcla étnica que se agolpa en las salas de esperas de las consultas, y a esas familias desestructuradas, en las que niñas de 19 años son ya madres de hasta 4 criaturas.


Pero hoy era el día para dejar de hablar de oídas y pasar a hacerlo con propiedad. Maletín en mano era el turno de convertirme en Doctor Ulises y salir a patearme unas calles desconocidas que he de reconocer, sorprenden bastante la primera vez que las recorres. La vida de un Centro de Salud no se limita a la firma de recetas y bajas laborales como voy apuntando a lo largo de este blog: Planificación Familiar, talleres formativos, cirugía menor, Urgencias… un pequeño cajón de sangre ambulante en lo que uno puede ir colmando sus expectativas si sabe llamar a la puerta oportuna. Y también, está la opción de los Avisos Domiciliarios, el visitar la casa de aquellos enfermos que no pueden acudir por sus propios medios a la consulta, y para los que todos los días hay una hora prefijada para ese tipo de citas.


El mito de la Palmilla es un mito veraz, no una fábula contada por un loco pasada de boca en boca. Cuando uno recorre sus calles, y se tropieza con la triste realidad, piensa cómo se puede entrar en ese proceso autolítico de dejadez y desidia, cómo una gente se deja arrastrar por esa corriente invisible que los va apartando del resto de la sociedad. Suciedad, ruina, cloacas a pie de calle donde ratas campan por sus anchas, entre los juegos de una chabacanería que se agolpan en post de un balón, en post de un absentismo escolar, en torno al camino fácil de la delincuencia, y a ese coqueteo continuo y temprano con el oscuro mundo de las drogas.


Pero Palma-Palmilla no es sólo eso; es la gran confrontación, donde entre bloques medio en ruinas, donde las bolsas de basura pueden alcanzar el quinto piso del hueco de las escaleras, se pueden ver aparcados vehículos de alta gama; donde en casas ruinosas se pueden ver televisiones de plasma de última tecnología, dignas de un escaparate de un gran Centro Comercial. En hogares que no tienen nada, pero que te ofrecen todo cuando entras a visitarlos, en ese elenco de grandes personas que se albergan en medio de la nada dejada de la mano de unas autoridades que miran a otra parte, en esos ciudadanos de segunda categoría entre los que se encuentran bellísimas personas, resignadas a vivir entre esa lacra que es la droga y que a buen seguro que es el motor de una barriada de contradicciones como esta de Palma Palmilla, ese géminis zodiacal en el que hoy me he adentrado.



El destino está escrito para ser cambiado, y el deseo debe de ser el motor del cambio. Tarea difícil de la que a buen seguro muchos antes han claudicado en el intento, pero es tiempo de reflexión, a fin de cuentas, querer es poder

2 comentarios:

  1. Ánimo, valiente!
    Has decidido enfrentarte a la realidad como pocos se han atrevido; has elegido ejercer tu profesión de inicio a fin, con el nombre y el apellido de la misma.

    Suerte y ánimo en esta andadura que no será sólo formativa, sino también humana.

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  2. Quien no tiene miedo es un loco, quien trata de superarlo un valiente!!Gracias x los ánimos

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