(escrito del 23 Julio 2009)
Las presentaciones suman y siguen. Hoy los flashes enfocaban a esa desconocida sala B, el taller médico del Carlos Haya, que está en el rincón más recóndito del hospital, lejos de la vista de una multitud que no deja de agolparse a las puertas de unas Urgencias saturadas y desamparadas. La caseta de chapa y pintura como puede ser conocida, ya que es donde plásticos y traumatólogos lamen las heridas de unos pacientes que suelen ser jóvenes y sanos en contraposición al perfil del enfermo made in Policlínica. La Sala B es el filtro de unos residentes que se abren paso a codazos en esa jungla que son las Urgencias, esa depuradora que cuando la Poli empieza a saturarse sirve para dar salida a traumatismos y heridas, a esguinces, fracturas, vendajes, charpas y suturas, donde el hilo de seda sirve para sellar heridas sangrantes de politraumatizados y accidentados, donde los partes de esencia son el pan nuestro de cada día, y donde quién entra, casi siempre suele salir con algún elemento decorativo, llámese escayola, collarín o algún otro vendaje poco ortodoxo. Una sala en definitiva de bricolaje, donde apoyado en radiografías, uno puede dar salida a su destreza manual.
Las presentaciones suman y siguen. Hoy los flashes enfocaban a esa desconocida sala B, el taller médico del Carlos Haya, que está en el rincón más recóndito del hospital, lejos de la vista de una multitud que no deja de agolparse a las puertas de unas Urgencias saturadas y desamparadas. La caseta de chapa y pintura como puede ser conocida, ya que es donde plásticos y traumatólogos lamen las heridas de unos pacientes que suelen ser jóvenes y sanos en contraposición al perfil del enfermo made in Policlínica. La Sala B es el filtro de unos residentes que se abren paso a codazos en esa jungla que son las Urgencias, esa depuradora que cuando la Poli empieza a saturarse sirve para dar salida a traumatismos y heridas, a esguinces, fracturas, vendajes, charpas y suturas, donde el hilo de seda sirve para sellar heridas sangrantes de politraumatizados y accidentados, donde los partes de esencia son el pan nuestro de cada día, y donde quién entra, casi siempre suele salir con algún elemento decorativo, llámese escayola, collarín o algún otro vendaje poco ortodoxo. Una sala en definitiva de bricolaje, donde apoyado en radiografías, uno puede dar salida a su destreza manual.
La Sala B es un páramo dentro del Hospital, un momento de tranquilidad en ese sinvivir del Carlos Haya, un oasis en medio de un desierto que se apoya en el terral del verano malagueño. Por lo general, los pacientes suelen agradecer el alivio inmediato de reducciones de luxaciones y fracturas, pero una tarde con la adrenalina sin ocupar los depósitos hasta el máximo, sirve para percatar la diferente ideología de los pacientes que suelen acudir al Hospital. Desde la admiración a la animadversión hay un amplio abanico de tonalidades, pero esta tarde me ha servido para empezar a saber lidiar con el perfil de paciente conflictivo que espera pescar en el río revuelto de su enfermedad; ese paciente que achaca sus males al médico de turno, y que espera con malas formas solucionar su problema de base o buscar alguna demanda de turno, algo por desgracia muy frecuente en los días que corren para aliviar sus males. Un paciente agresivo, que por desgracia es bastante común en Málaga, personas que tratan herir con sus comentarios y que esperan una mala contestación que sea el cobijo de una posible negligencia. Un problema al que hay afrontarse y que no se enseña en escuelas ni facultades, y de la que tan solo el tiempo nos enseñará con capotazos y destreza, y tras alguna que otra cornada, aprender a lidiar con esos miuras que acuden al redil del hospital en busca del todo o la nada, auspiciados en parte por lo caótico que en ocasiones es la larga espera de unas Urgencias de las que se sale cuando se entra pero no cuando se sale.
Pero todo no iba a ser malo. Una tarde en la Sala B también da para darse cuenta que aún quedan personas educadas que “admiran”, o al menos respetan la figura del médico, que en definitiva no es más que un currante curtido a base de horas y horas de estudio en post de hacer más llevadero el dolor de los demás. Personas que saben apreciar el sacrificio que supone estar 24 horas de Guardia perenne, al pie del cañón, indefensos detrás de una historia clínica que es nuestra herramienta, ese primer paso hacia el éxito efímero de un alta satisfactoria. Pacientes que agradecen y reconocen la no grata tarea que en ocasiones es estar al servicio del necesitado, la base angular de un muy correcto Sistema Sanitario como es el nuestro, esa piedra filosofal de la que todos, pacientes, enfermeros y médicos, somos responsables y debemos remar en la misma dirección
Hola!
ResponderEliminar¿Estáis firmando altas en Carlos Haya? ¿Os supervisan los adjuntos?
Un saludo.
Jose, residente de Granada.
Buenas Jose
ResponderEliminarEn Málaga sí firmamos altas. Tenemos un sellito que pone visado por protocolo Carlos Haya y lo ponemos en el alta,junto con nuestra firma, pero las damos. Se supone que hay dos adjuntos a los que le podemos preguntar las cosas, pero solemos hacer el Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como
Un abrazo compañero!!!!!!