jueves, 8 de noviembre de 2012

Los toros desde la barrera: de médico a paciente


(6 Noviembre ´12)


Cuando uno se hace el traje a medida de la bata y el fonendo cambia el chip y hace de la rutina del día a día en la consulta su libro de ruta. Acostumbrado a entrevistar a los pacientes, a tumbarlos en la camilla y explorarlos, a indagar sobre sus antecedentes, a darle los resultados de una prueba diagnóstica, hoy me tocaba ver los toros desde la barrera y ser yo el paciente ya que estaba citado para una extensa revisión médica solicitada por la empresa para la que trabajo.

Debo de reconocer que desde que empecé a trabajar hace cuatro años no me había visto en esa tesitura y los nervios, o más que nervios, incomodidad o extrañeza se han adueñado de mí. Al verte sentado enfrente de una desconocida disfrazada de médico, hablando sobre las enfermedades que tuvieron tus abuelos, tus antecedentes y hábitos diarios. El pasar a la camilla, descubrirte el torso y ser escuchado y evaluado, mirado con detenimiento, “intimidado”, mientras el manguito te aprieta el brazo en busca de captar tu tensión mientras intentar controlar tu frecuencia cardiaca. El esperar con incertidumbre que los resultados de la analítica aparezcan por la impresora y demuestren que todo esta bien…

He vivido en primera persona las inseguridades que pueden presentar los pacientes que llegan a tu consulta o que atiendes en las Urgencias, personas que acuden siempre con un por qué ya sea dolor, enfermedad, temor, inseguridad o miedo a lo que pueda ocultar una serie de síntomas. Y me he replanteado el trato personal que tengo con cada uno de ellos, los fallos que haya podido cometer hasta la fecha y las cosas que aún me quedan por pulir. Pero sobre todo me he dado cuenta de la frialdad con la que a veces el colectivo médico tratamos a nuestros “clientes”, muchas veces por sospechar que la patología que presenta no es grave ni urgente, que puede incluso simular, que la gran carga asistencial relativiza todo, o que quizás las heridas del día a día pasando consulta crean en nosotros un mecanismo inconsciente para no sufrir con los sufrimientos de nuestros pacientes.

Y también me he acordado de una película que vi hace unos años y que trata un poco todo este tema y que os recomiendo. La película se llama “El Doctor” del director Randa Haines e interpretada por William Hurt


Jack MacKee es un médico que se tiene que enfrentar, de repente, a una enfermedad que le convierte en un paciente ordinario de su propio hospital. Por primera vez en su vida se ve obligado a sentir lo que todos los pacientes sienten, y a confiar ciegamente en un sistema médico que no es infalible, con su eterna burocracia, sus éxamenes humillantes, sus imponentes aparatos, y sus abarrotadas salas de espera...

5 comentarios:

  1. En mi caso,es un mecanismo de defensa totalmente consciente para que el ejercicio de la profesión no me haga enfermo del espíritu.
    Trato de trabajar con el menor desgaste emocional posible.Bastante me ha hecho sufrir ya esta profesión...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La diferencia es que yo aún no tengo el callo hecho...me quedan aun muchas heridas y tantas tiritas

      Eliminar
    2. Espero que nunca llegues a hacer ese "callo" Juan.Te lo digo de corazón.Ánimo y un abrazo :-)

      Eliminar
  2. Yo vi esa pelicula el año pasado en la facultad, en una asignatura llamada comunicación asistencial para aprender sobre el trato al paciente. Creo que todos los medicos y aspirantes a ello deberiamos pasar durante nuestra formación un tiempo ingresados como pacientes para ver el mundo desde el otro lado del cristal.

    Un abrazo fuerte desde Sevilla ;)

    ResponderEliminar
  3. La verdad es que estas cosas no se suelen enseñar en las Facultades (tienes suerte) y son los "pequeños" detalles que marcan la diferencia entre un buen y un mejor médico.
    Un saludo!

    ResponderEliminar