(escrito el 4 de Noviembre de 2009)
Es curiosa la capacidad de adaptación del ser humano. En Palma Palmilla, esa cualidad se ha convertido en un estilo de vida, en un mecanismo de supervivencia, que hace que para el lector, y para servidor como espectador en primera persona, pueda ser testigo de testamentos surrealistas e impensables en otros puntos geográficos.
Es curiosa la capacidad de adaptación del ser humano. En Palma Palmilla, esa cualidad se ha convertido en un estilo de vida, en un mecanismo de supervivencia, que hace que para el lector, y para servidor como espectador en primera persona, pueda ser testigo de testamentos surrealistas e impensables en otros puntos geográficos.
Como viene siendo habitual en los últimos miércoles, a última hora de la mañana recojo el testigo brindado por el gran Eugenio (un buen médico, un gran cirujano pero sobre todo una persona noble que engrandece a la profesión médica, una de esas personas que se pueden contar con los dedos de una mano y que ejercen de maestro con su forma de ser).
La Cirugía Menor es curiosa, entretenida y genera un alivio eficaz y rápido sin necesidad de pasar por Quirófano. Mucho más gratificante aún si cabe si uno deja de ser testigo y se convierte en juez y parte gracias a las indicaciones de un maestro que siempre tiene palabras de ánimo, en cada corte de bisturí, en cada punto de sutura o en cada dificultad que surja en la novedosa tarea que supone actuar en el mini quirófano que se monta en el Centro de Salud.
En días como hoy es cuando uno se sorprende de las personas; yo era el responsable del siguiente paciente, que acudía con un “cuerpo extraño” en el cuero cabelludo desde hace 7 meses. Cuando uno lee lo que viene se imagina todo lo posible, pero al final la realidad es capaz de superar a la ficción, y hacer que en plena Palma Palmilla sea el escenario de una digna película del Oeste. Y es que sorprendente puede calificarse que un paciente explique que hace 7 meses mientras caminaba por el barrio, sintió un dolor en la cabeza, una pedrada según él creía, una realidad muy diferente ya que al llegar a casa se dio cuenta de que lo que tenía no era una pedrada, sino un perdigonazo que un anónimo vándalo había disparado sin saber desde dónde, ni hacía dónde, ni con qué motivo.
Lo cierto, es que aunque pueda resultar difícil de imaginar, el caso es real, y servidor tuvo el honor de extraer un perdigón que salió íntegro, ante la perplejidad de propios y extraños. Y es que como versa un anuncio televisivo: “el ser humano es extraordinario”
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