(escrito del 17 de Agosto de 2009)
Trabajar cuando el resto de la ciudadanía está disfrutando del ocio es duro, y mucho más si lo que se trae entre manos es la Feria de Málaga. Aunque a parte del descanso que se le da al bolsillo, mientras se trabaja uno puede hacer una visión global de lo que son las ferias, y toda la maquinaria orquestada que hay alrededor de ellas.
Trabajar cuando el resto de la ciudadanía está disfrutando del ocio es duro, y mucho más si lo que se trae entre manos es la Feria de Málaga. Aunque a parte del descanso que se le da al bolsillo, mientras se trabaja uno puede hacer una visión global de lo que son las ferias, y toda la maquinaria orquestada que hay alrededor de ellas.
La ambulancia no es exactamente el frenesí que uno esperaba. Estamos acostumbrados a que la TV nos meta por los ojos la llegada fulgurante de la Ambulancia de turno, con el estruendo de la sirena y las luces, y en verdad es un servicio algo más descafeinado, en el que la mayoría de la “clientela” son personas mayores, que se encuentran solos y a los que en las largas noches, el miedo les viene a visitar. Enfermos pluripatológicos con fiebre, mocos, síntomas varios, en los que el principal padecimiento es el miedo a la soledad, a caer en el olvido.
Otra función de la Ambulancia es acudir a domicilios a confirmar un exitus, lo que viene siendo cerciorar que se ha producido una defunción. Llegar, comprobar y acompañar durante tan sólo unos pocos segundos el dolor de una familia rota por la pérdida.
Pero entre tanta rutina de avisos con poca acción, la Ambulancia, en plena noche de Feria me dio una oportunidad para sentir


La sirena rompía el silencio de la madrugada, y las luces de la ambulancia ondeaban cortando el viento, de camino directamente a la Observación del Carlos Haya. Un camino en el que quizás por ese ángel que parece acompañarle, el afortunado motorista empezó a recuperar el sentido, saliendo de ese trance en el que parecía estar anclado, gracias en parte a la medicación y a ese caprichoso destino que le estaba esperando con una de sus malvadas sonrisas
Ni el paciente nos conoce, ni yo recuerdo su nombre, pero lo realmente bonito, es que durante unos minutos, su vida y las nuestras se cruzaron y fueron solo una. Una grata recompensa a las largas horas de estudio hasta llegar a poder asistir sucesos como los de esta noche, a las cosas que he perdido por el duro camino hasta poder empezar a recoger lo cosechado, y es que todo el que espera es porque sabe que la victoria es suya…
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