Como actividad del curso de LíderGestión que estoy haciendo este año, esta semana he tenido que analizar un artículo publicado en el DiarioSur de joseantoniotrujillo que llevaba por título "Medicina Humanista" (leer).
El artículo que se lee en menos de cuatro minutos no puede ser más ilustrativo, y desde el primer párrafo, es una pura declaración de intenciones:
"La medicina se desangra y los médicos hemos entrado en shock. La economía ha conseguido que los médicos no nos ocupemos de la medicina. La gestión de la crisis ha hecho confundir a los galenos su específica área de interés. Los enfermos, su cuidado y su tratamiento han dejado su lugar al análisis de la sostenibilidad del sistema sanitario, a los balances contables, al estudio de la eficiencia de las decisiones que tomamos a diario y a la preocupación por la falta de la mínima seguridad jurídica en el desempeño de nuestros trabajos. Nos olvidamos de las personas, y las personas están comenzando a olvidarse de nosotros..."
A raíz de su lectura he reflexionado sobre la importancia capital de algo tan intangible como el humanismo, tan en peligro en el quehacer médico en tiempos de crispración, donde se corre el riesgo de perder las coordenadas de nuestros orígenes como Ciencia y como arte. Comparto mis reflexiones al respecto
En una
sociedad cada vez más fría y artificial; en una época donde la crisis no ataca
tan solo al estamento financiero sino que amenaza con arrasar con los valores
de esta sociedad del 2.0; en una urbe donde la corrupción es santo y seña y
donde los políticos que “des”gobiernan son tan sólo el reflejo de la sociedad a
la que representan, es cuando deben de aflorar las personas de bien que
enarbolen la bandera de la coherencia y sean el faro que intenten dar luz en
medio de las tinieblas.
En la
actualidad todo parece contarse en euros, en petróleo, en misiles. La sociedad
somatiza sus frustraciones con guerras y reyertas callejeras. La frustración se
ha hecho tan normal que ya es parte de nuestras vidas. El paro asfixia y es ya
una pandemia nacional.
Pero desde
los Senados y Congresos no se dan respuestas sino tan sólo estridentes alaridos
de reproches al grito del “sálvese quién pueda” y “y tú más”.
La Medicina,
no es ajena a todo esto y parece falta de la identidad con la que este arte
nació. La #mareablanca que reclama
algo tan justo como una “Sanidad: pública y de calidad” como exclama su logo,
se pierde en el cuerpo a cuerpo que le propone la Administración Pública cuando
toca poner sobre la mesa las finanzas que parecen regir la nueva buena praxis
galénica. Es tan cierto como triste, que las conversaciones que se dan entre
los profesionales de la Salud ya no versan sobre la mejor opción terapéutica ni
en la última prueba científica publicada en Science. Ahora se habla de
recortes, de farmacoeconomía, de finanzas y balances. Nos hemos salido del
camino vocacional por la que los menos brillantes intelectualmente, llevamos
toda una vida estudiando. Hemos dejado de atender a los pacientes y de hacer la
Medicina que hemos aprendido y nos han enseñado, para bajar al fango de una
ciencia tan etérea como la Economía sobre la que ni sabemos ni tenemos por qué
saber. Se nos ha responsabilizado y señalado como parte del problema de la
sostenibilidad del SNS, cuando lo cierto es que la Sanidad en nuestro país a
tenor de los resultados se sitúa en la cabeza del buen hacer, imitada por otras
potentes naciones que ven con envidia el nivel, compromiso y formación de todo
el engranaje que conforma el personal sanitario. Obtenemos grandes resultados a
un bajo coste, debido en parte a que nuestros sueldos son los más bajos de
entre los trabajadores de esta rama, pero aceptamos este impedimento en parte
por el humanismo innato que incluso las batas blancas más déspotas y frías
adquieren inconcientemente.
Pero el
pisoteo continuo al que se nos está sometiendo está haciendo que haya un
viraje, y la conducta del médico se radicalice. Cansados, humillados por la
Administración que debería cuidarnos, hartos de escuchar mensajes de culpa, y
sobre todo, despojados de la ilusión de realizar una profesión por la que
muchos se alejaron de sus familias cuando aún eran niños para ser médicos.
Nadar
contracorriente es difícil, y en estos tiempos, es un acto heroico. Apostillo
el artículo de Joseantonio, ya que aunque pese a mi corta experiencia como
galeno, que se limita a los cuatro años del periodo de residencia, ando en
pleno Síndrome de Bournout, contra el sistema sanitario en el que ejerzo mi
profesión, contra el SAS que se llena de propaganda bonita mientras hace aguas
internas por todos lados. Cansado de este halo de rancio abolengo que nos
envuelve y pensando en hacer la maleta en busca de unas condiciones que
dignifiquen la profesión. Me he puesto en Huelga y he liderado la misma
buscando mi bien inmediato: el económico y el formativo, en un acto de autoresponsabilidad,
para adquirir una mejor formación, para poder estar mejor preparado y atender
con más garantías a una sociedad a la que nos debemos. Y es que pese a todo
esto, intento que en los cinco minutos que tengo por paciente cada mañana en mi
cupo, o en cada paciente que está a mi cargo en la Observación del Hospital,
sanar con mis prescripciones, pero también intento que encuentren remedio en
mis palabras, en la relación médico-paciente y en el acto médico, que pasen los
años que pasen y ocurra lo que ocurra, debería seguir siendo el vehículo para
llegar a buen puerto, sea cual sea el resultado: curación, estacionamiento o
incluso muerte.
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